martes, 4 de agosto de 2009

Edouard Manet (1832-1883)

Edouard Manet es uno de esos pintores difíciles de encasillar en un estilo. Fue un gran innovador por los temas que elegía y por el tratamiento pictórico que les daba. Supo combinar de un modo original la influencia de los grandes maestros de la tradición con temas contemporáneos.
Aunque se le suele considerar como un claro precursor del Impresionismo, la relación de Manet con los pintores de este grupo no deja de tener contradicciones. Por ejemplo, nunca participó en las exposiciones organizadas por los impresionistas, aunque durante una época se reunía con frecuencia con ellos en el café Guerbois, y llegó a ser considerado por la revista Les Contemporains como «el Rey de los Impresionistas». Siempre mantuvo una buena relación de amistad con Monet, Renoir, Degas, Pissarro, Sisley, pero el afán que mantuvo a lo largo de su vida por conseguir reconocimiento en los círculos artísticos oficiales representados por el Salon le llevó a no participar de las mencionadas exposiciones impresionistas.


Esta obra, La merienda campestre, la compuso Manet en 1863. La presentó al Salon de ese año, pero fue rechazada por considerarse escandalosa. Sí se pudo exponer en el «Salon de los Rechazados» que constituyó Napoleón III ese mismo año.

En la escena se puede observar un grupo de tres bañistas, disfrutando apaciblemente de un día de baño a orillas del Sena, que aparece al fondo, con una mujer saliendo del agua.

La composición se basa en un triángulo formado por las figuras humanas en el centro de la obra, al estilo clásico.

Por último, el cuadro puede leerse como un genial compendio de géneros reunidos en una sola obra en la que encontramos paisaje, desnudo, retratos y naturaleza muerta.

A continuación, video de "Artehistoria" sobre esta obra:



En 1863, el mismo año que Manet pinta su El almuerzo campestre, realiza otra extraordinaria y provocadora obra; su Olimpia, que no se decidió a presentar al Salon hasta 1865, dos años después. Para sorpresa de Manet, el cuadro fue aceptado, quizá porque el jurado ya había rechazado El almuerzo campestre y quería evitar la acusación de censura.

En la Olimpia, nos encontramos de nuevo ante otra muestra de la peculiar y brillante capacidad de Manet para unir un tema moderno con la tradición clásica. En la escena aparece una mujer desnuda, probablemente una prostituta de lujo, recostada en un diván, a la que trae un ramo de flores una sirvienta negra. A los pies de la mujer desnuda, hay un gato negro. El hecho de que aparezca una mujer desnuda no era particularmente escandaloso. En efecto, en el Salon de ese año había triunfado una sensual Venus (del pintor Cabanel) que se desperezaba completamente desnuda. Lo que provocó la indignación del público asistente al Salon fue que se tratara de una mujer normal y corriente, que nada tenía que ver con la mitología.
La composición recuerda de inmediato las majas de Goya. Igual que en La merienda campestre, destaca el contraste de colores: la claridad de las telas del diván y la piel desnuda, por un lado, y el fondo oscuro con cortinajes verdes, por otro.
La iluminación que utiliza Manet en la obra también es semejante a la de La merienda campestre, con una potente luz frontal que ilumina al personaje principal y no admite sombras. Se trata, sin duda, de una influencia de las estampas japonesas que empezaban a ponerse de moda. La misma influencia se reconoce en el mantón oriental sobre el que yace la protagonista.
La Olimpia de Manet mira con descaro y altivez al espectador, como interrogándole sobre sus propios pecados, y con un gato negro a sus pies, símbolo del mal, de libertad, de lascivia.
Por otra parte, el ramo de flores que sostiene la sirvienta negra (cuya cabeza parece querer confundirse con el fondo) posiblemente sea de algún cliente perteneciente a la burguesía (como los visitantes habituales del Salon) que tal vez espere tras los cortinajes verdes...
La obra fue atacada tanto por el público como por la crítica: durante los primeros días de su exposición en el Salon, la obra tuvo que estar custodiada por dos policías para protegerla de las iras de los visitantes, hasta que se pudo ubicar en un lugar mucho más alto y seguro.
Respecto a la reacción de la crítica, veamos un par de muestras representativas (recogidas por Rewald) que nos hacen tener una idea del grado de incomprensión de la obra:
«Una epidemia de locas carcajadas se desata ante el cuadro de Manet»
Moniteur des Arts
«¿Qué significa esa odalisca de barriga amarilla, innoble modelo recogido de no sé dónde y que representa a Olimplia?»
Moniteur des Arts

«Cuando el arte desciende tan bajo, no merece la pena ni siquiera un reproche»
Moniteur des Arts

No todas las reacciones fueron tan despectivas con la obra. Emile Zola, amigo personal de Manet y Cézanne, apoyaba la renovación del lenguaje visual propuesto por los impresionistas, y según el historiador Pijoan, elogió la Olimpia de Manet en estos términos:
«He calificado Olimpia de obra maestra, y no retiro la palabra. Este cuadro contiene todo Manet y no más que Manet. Lo contiene enteramente. Quedará como la obra característica de su talento, la prueba más alta de su poder. Olimpia tendida sobre una sábana blanca es como una mancha luminosa sobre un fondo oscuro con la cabeza de la negra oculta por el ramo de flores. Si queréis ver la realidad, tenéis que retiraros: entonces cada parte se coloca en su sitio, y todo resplandece de color y de frescura»
Emile Zola

Esta obra causó el mayor escándalo artístico del s.XIX, por enfrentar al espectador con una realidad que la sociedad francesa de 1865 aún no estaba preparada para recibir. En la actualidad la Olimpia es una de las obras más admiradas por los visitantes del museo Orsay de París.

Por último, el video que sobre la figura de Edouard Manet presenta "Artehistoria":

1 comentario:

  1. GRACIAS MONICA! somos estudiantes de uruguay y nos sirvio pila la pagina. muy buen trabajo! tanto la info como la musica estan buenisimas.

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