Visita a Muestra de Pareja
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FUERZA INTERIOR. Eloísa Ibarra. Hormigón y chapa de hierro.
Por estos días, y hasta el próximo 29 de abril, se está desarrollando en el hall del subsuelo de la Torre Ejecutiva, en la Plaza Independencia, una muestra del pintor uruguayo Miguel Ángel Pareja (1908-1984). Es el resultado de la iniciativa del hijo del artista, Alfredo Pareja, quien realizó al Poder Ejecutivo la propuesta de esta exposición. Se trata de un conjunto de sesenta obras que pertenecen a la familia del pintor y, según nos manifiesta Alfredo, se mantienen en un lote unificado por pedido expreso del artista, quien manifestó su voluntad de mantenerlas unidas. Finalizada esta muestra, las obras formarán parte del Centro Cultural que lleva el nombre del artista y que se instalará en la ciudad de Las Piedras, ciudad en la que residió varios años, en la antigua estación de ferrocarril, que está siendo refaccionada a estos efectos.
los Médici y el Milán de los Sforza, este hombre excepcional explora y comunica los campos del arte y de la ciencia, produciendo algunas de las obras pictóricas más importantes de todos los tiempos. Señala Teresa Camps en el libro citado: "En sus pinturas prestó gran atención al tratamiento y estudio de cada detalle para lograr la fusión de la belleza con la naturaleza y la vida. Por ello, su visión pictórica muestra, a la vez, la verdad, apoyada en la observación directa de las cosas y experimentada previamente mediante el dibujo, y una gran sensibilidad personal. En dos aspectos de su obra se hace más evidente la confluencia de su experiencia y su visión: la plasmación de la luz y el planteamiento del espacio. La luz -resuelta sabiamente a través del color dispuesto en capas superpuestas y transparentes, sin contrastes violentos, cediendo al volumen el célebre sfumato- envuelve suavemente las figuras al mismo tiempo que el fondo; ilumina la profundidad del espacio natural, y da color a las sombras. El espacio, desde los primeros términos hasta la profundidad de los fondos montañosos, rodea las formas; se hace perceptible; da énfasis a la disposición de las figuras, especialmente en los retratos, donde los elementos más expresivos del ser humano, el rostro y las manos, adquieren más importancia. En el tratamiento del espacio exterior, frecuente en sus obras, se establecen con precisión los planos de la profundidad real del paisaje; existe una clara aplicación de la perspectiva corregida por la experiencia de la contemplación analítica de la naturaleza. La fluidez entre las figuras y su entorno es también la de la luz y la del espacio. Se diría que es una forma de registrar el tiempo, la vivencia, la atmósfera o, si se quiere, la vida. De Leonardo hemos admirado las nuevas y sorprendentes propuestas nunca practicadas anteriormente en pintura: la captación de la personalidad -del "mundo interior", como él decía- de los personajes que retrataba, la sensación de veracidad y de unidad de cada uno de los temas que trató que se justifican en la solución compositiva y la temática elegida, la búsqueda de la intimidad compartida -o complicidad cuando las figuras se vuelven, señalan o miran al espectador-, favorecida por el uso de los colores claros y pastosos, que aproximan la representación al ojo del observador, y por el sabio empleo de la luz filtrada. Sorprende en el tratamiento de las iconografías religiosas el carácter eminentemente humano de los personajes sagrados; la precisa expresión del movimiento de las figuras, fruto de sus conocimientos anatómicos y el estudio de los animales, especialmente los caballos, y las plantas. Admiramos los retos superados eficazmente en la expresión y la sonrisa de sus personajes y los atrevimientos en la inclusión del paisaje, producto de la observación y de la seguridad derivada de la comprobación empírica: las tensiones, los sentimientos, los esfuerzos, los estados de ánimo y la constante referencia a una naturaleza imponente y posible como escenografía de la vida humana. Valoró también la unidad, tal como se produce en la naturaleza, entre lo corporal y lo espiritual."
iradas del artista. Se trata de una superficie de 500 metros cuadrados donde Miguel Ángel ubicó nueve historias del Antiguo Testamento. Siete profetas y cinco sibilas aparecen flanqueando las historias, en las que se distribuyen alrededor de 300 figuras. La secuencia de escenas de los recuadros principales empieza junto a la pared del altar con el Génesis. Las historias bíblicas se representan alternativamente en recuadros grandes y pequeños. Los pequeños están flanqueados a los lados por figuras juveniles desnudas, llamadas ignudi, dispuestas por parejas. Estos adolescentes llevan paños o guirnaldas de hojas de encina y bellotas (el símbolo de la familia del papa Julio II), así como medallones dorados que muestran otros episodios del Antiguo Testamento. Los jóvenes desnudos adoptan distintas posturas relajadas sobre la arquitectura de piedra, de tal manera que Miguel Ángel pudo dar ejemplo de su virtuosismo en la representación corporal al reproducir múltiples variaciones de personajes sentados. En las escenas del génesis (La separación de la luz y las tinieblas, La creación de los astros, La separación de las tierras y las aguas, La creación de Adán, y La creación de Eva), creadas en la fase ulterior de la obra, las pinceladas de Miguel Ángel son cada vez más libres y enérgicas. El artista aplicó una importante técnica pictórica para cielos rasos:
el escorzo. En La separación de las tierras y las aguas, que en la historia bíblica de la Creación ocurre en el segundo día, Miguel Ángel muestra el cuerpo del creador rodeado por ángeles y encogido por la perspectiva. Con los brazos extendidos e imponentes y con la cabeza hundida y vista desde abajo, Dios parece como si viniera del cielo directamente a abordar al espectador. Los ángeles que le acompañan se hallan en el interior de su abombado manto rojo con forma de embudo. Otro truco compositivo refuerza todavía más la sensación de profundidad del fresco: uno de los ángeles se vuelve y contempla el espacio dejado atrás en el vuelo.
Giorgio Vasari, biógrafo del artista, realizó la siguiente descripción de la escena más famosa de la capilla Sixtina: "Dios Padre es transportado por un grupo de ángeles desnudos que no parecen estar sosteniendo sólo una figura, sino todo el peso del mundo. La pintura consigue este efecto gracias a la imponente majestad del Señor y su movimiento, rodeando con un brazo a algunos de los ángeles, casi como dejándose llevar. La mano derecha, en cambio, la tiende a Adán, representado con una belleza, postura y perfilado tales que parece que el propio supremo y primigenio Hacedor lo haya vuelto a crear, y no el pincel y los dibujos de semejante hombre". Vasari describe de forma muy expresiva la situación de los ángeles que rodean al creador. Por un lado, los seres celestiales que aparecen detrás parecen portar con todas sus fuerzas su pesado cuerpo del creador a traves del aire. Por otro lado, en la parte superior del manto se ve claramente la liviandad con que están suspendidos en el aire, al lado de Dios. El pesado manto rojo se infla con el viento y adopta forma de concha, ofreciendo a sus "compañeros de viaje", protección contra los vientos. Los ángeles se agrupan en torno a Dios como si fuera un padre, con confianza y ternura. Vasari no menciona a la mujer joven que aparece entre ellos. Dios la rodea con el brazo izquierdo mientras ella observa con curiosidad cómo se despierta Adán. A esta mujer se la ha identificado como Eva, que si bien no ha sido todavía creada, sí está presente en el pensamiento de Dios y, por lo tanto, ya ha tomado forma. Adán, a quien Vasari atribuye una belleza sobrenatural, está recostado sobre un yermo pedazo de tierra y dirige su mirada atenta hacia Dios. En el gesto de Adán no se refleja en absoluto el dinamismo divino. Su mano se sostiene cansina y el dedo se levanta ligeramente. En cambio, toda la figura de Dios se encuentra en completa tensión, incluido el dedo índice extendido. De esta forma transmite energía a Adán y le otorga la vida. La mirada de Dios se dirige fija y decidida hacia su criatura. Pero el esfuerzo de la obra hace mella en su frente, donde afloran arrugas sobre las cejas fruncidas. El estilo fino y minucioso de Miguel Ángel se hace patente en los detalles del rostro así como en el pelo plateado ondeado por el viento con finas pinceladas, como si el fresco situado en el techo se pudiera ver de cerca. La composición de esta escena fue revolucionaria ya que mientras que Adán, en obras anteriores, adoptaba una postura parecida (por ejemplo en La puerta del paraíso de Ghiberti), la posición horizontal del creador supuso una novedad, dado que antes se lo había representado de pie sobre la tierra bendiciendo a Adán.
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Partenón. Acrópolis de Atenas
Iglesia de la Madeleine. París.
El entierro del Conde de Orgaz, El Greco
La virgen del cuello largo, Parmigianino
3) ¿Qué características presentó el trasplante del barroco español en América? Busca información sobre la catedral de México o sobre la Iglesia de la Orden Tercera de San Francisco de Bahía, Brasil, para manejar como ejemplo. Utiliza como punto de partida la información que sobre el barroco en América aparece en este blog (consulta la etiqueta “barroco”). FECHA DE ENTREGA: lunes 25/4 para el 6to. 2 y miércoles 27/4 para el 6to.1 (sin prórrogas). FORMATO: electrónico (debes incluir las fotos que tomes), por correo electrónico o llevando el archivo en un pendrive a clase. No olvides incluir la bibliografía utilizada así como las páginas web consultadas.
En el Palacio Pitti (construido después de 1457) resultan evidentes los nuevos objetivos. Sus tres pisos son elementos individuales sumados, y la sucesión de anchos arcos semicirculares es perfectamente regular. Incluso el almohadillado ha sido sometido a la disciplina geométrica. El palacio combina así la apariencia sólida y poderosa exigida por el tema con la expresión de una cultura fundada en el concepto de armonía cósmica. Los exteriores en los primeros palacios del Quattrocento no estaban por lo común sujetos a los órdenes clásicos, pero en el patio sí aparecen, integrando las "loggias" circundantes.
En 1450 aproximadamente, Alberti superpuso órdenes clásicos en la fachada almohadillada del Palacio Rucellai en Florencia, iniciando con esto una nueva fase en la articulación mural renacentista.
Este mismo arquitecto, en su intervención en la fachada de la basílica Santa María Novella de Florencia (1456), no sólo empleó órdenes clásicos y proporciones esmeradamente calculadas para organizar la compleja sección de la basílica, sino que introdujo las volutas para resolver la difícil transición entre el primero y el segundo piso. El problema de la fachada de iglesia fue resuelto definitivamente por Bramante con la introducción de un orden gigantesco para definir la nave central de la iglesia de Roccaverano (1510).