Adaptado de "Arquitectura Occidental" de Chr. Norberg-Schulz, Edit. Gustavo Gili, Barcelona, 1990. La arquitectura del Renacimiento es el producto de una civilización urbana. Al igual que la catedral gótica, los principales tipos edilicios del Quattrocento italiano tenían la misión de dar sentido a un ambiente urbano. Pero a diferencia de la ciudad medieval, la renacentista concretaba la imagen de un universo organizado matemáticamente. Estaba, además, regida por un autócrata cuya residencia constituía un nuevo centro de significado. Esto no implicaba empero, que la iglesia perdiera su importancia primordial. La armonía cósmica era entendida aún como armonía divina reflejada por el estado centralizado. La iglesia seguía siendo el tema edilicio más importante, pero su forma tuvo que adaptarse al nuevo concepto de orden. Y esta adaptación consistió en una geometrización general y en una acentuación de la centralización, y ambas intenciones aparecen en las obras precursoras de Brunelleschi. El interés de los arquitectos se concentró sobre todo en el desarrollo de la planta central. Como resultado del nuevo enfoque "científico" del problema del espacio, se intentaron todas las combinaciones posibles de plantas circulares, poligonales y de cruz griega con el agregado de capillas secundarias. El nuevo rol representado por el señor y la aristocracia creó un nuevo tema arquitectónico: el "palacio urbano". Mientras el castillo medieval había sido un baluarte y un símbolo del poder, el palacio del Renacimiento se presenta, además, como una manifestación de la "cultura" que forma la base de la autoridad aristocrática. El macizo castillo medieval fue, pues, geometrizado y "humanizado" mediante la introducción de los órdenes clásicos. El proceso se inició con los palacios proyectados por Brunelleschi, y el tipo fundamental se desarrolló en Florencia durante el siglo XV y puede ser descrito como un volumen cuadrangular cerrado, centrado en un patio circundado por dos o tres filas superpuestas de arcadas. Básicamente el palacio urbano era una sede "familiar" y con sus dimensiones y su articulación indicaba la posición de la familia en un contexto cívico más amplio. Por ello estaba, al mismo tiempo, cerrado y en comunicación con el ambiente circundante mediante la geometrización. En el Palacio Pitti (construido después de 1457) resultan evidentes los nuevos objetivos. Sus tres pisos son elementos individuales sumados, y la sucesión de anchos arcos semicirculares es perfectamente regular. Incluso el almohadillado ha sido sometido a la disciplina geométrica. El palacio combina así la apariencia sólida y poderosa exigida por el tema con la expresión de una cultura fundada en el concepto de armonía cósmica. Los exteriores en los primeros palacios del Quattrocento no estaban por lo común sujetos a los órdenes clásicos, pero en el patio sí aparecen, integrando las "loggias" circundantes. En 1450 aproximadamente, Alberti superpuso órdenes clásicos en la fachada almohadillada del Palacio Rucellai en Florencia, iniciando con esto una nueva fase en la articulación mural renacentista.
Este mismo arquitecto, en su intervención en la fachada de la basílica Santa María Novella de Florencia (1456), no sólo empleó órdenes clásicos y proporciones esmeradamente calculadas para organizar la compleja sección de la basílica, sino que introdujo las volutas para resolver la difícil transición entre el primero y el segundo piso. El problema de la fachada de iglesia fue resuelto definitivamente por Bramante con la introducción de un orden gigantesco para definir la nave central de la iglesia de Roccaverano (1510).
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