Prof. Mónica Salandrú
Petrona Viera es la primera pintora profesional del Uruguay. Si bien se registran algunas mujeres pintoras a lo largo del siglo XIX y principios del siglo XX[i], sus actividades se inscribían entre las que eran “bien vistas” en las mujeres de los sectores sociales altos: tomar clases de dibujo y pintura para desarrollar su “buen gusto” a la hora de dedicarse al hogar (que junto a la maternidad constituían las áreas a las que las mujeres debían consagrar su vida), pero claramente la sociedad patriarcal no aprobaba una dedicación de carácter profesional ya que ésta estaba restringida a los hombres.
En el caso de Petrona Viera su dedicación en exclusividad a
la pintura y su desarrollo profesional en relación a ésta, encuentra explicación en el interés de una familia que favoreció este desarrollo como una forma
de compensación a su sordera, pero también se vincula a que las décadas en las
que ella se inserta en el mundo del arte, coinciden con la obtención por parte
de las mujeres de la posibilidad de ocupar más espacios a nivel social y
desempeñarse en otros roles hasta entonces reservados sólo a los hombres.
Petrona Viera nace en Salto el 24 de marzo de 1895 siendo la
primera de los once hijos del matrimonio conformado por Feliciano Viera[ii]
y Carmen Garino. A los dos años sufre una enfermedad, tradicionalmente referida
como meningitis, a raíz de la cual desarrolla una sordera profunda, con las
consecuencias que ésta acarrea en el desarrollo del habla. Esta situación
limita la comunicación social, situación que obviamente hay que tener en cuenta
a la hora de abordar el hacer de Petrona Viera. Se cría en un ambiente familiar
caracterizado por la presencia de muchos niños. Como señalamos ella era la
mayor de once hermanos, de los que siete eran mujeres. Sólo dos de estas
mujeres se casarán y ambas regresan al hogar paterno, una al enviudar y otra al
divorciarse, sumando nuevos niños a éste. Esta casa se caracterizaba además por
la presencia de una madre que limita las salidas independientes de las hijas y
es un hogar que en particular se va a mostrar muy sobreprotector con Petrona
por su condición. No va a tener la joven pintora la posibilidad de formarse en
talleres o asistir al Círculo de Bellas Artes[iii]
ni de viajar al exterior. Ya tempranamente manifiesta un gusto y un particular
talento para el dibujo, actividad que va a ser estimulada por su entorno
familiar. Hacia 1919-1920, la familia gestiona que Petrona tome clases de
pintura a través del Círculo de Bellas Artes, pero con clases en el domicilio.
Es así que el primer pintor que asiste al hogar de los Viera a brindar estas
clases es uno de sus principales profesores, el catalán Vicente Puig. La
formación con este artista se prolonga hasta 1922 en que Puig se traslada a
Buenos Aires para radicarse allí y será sustituido en el rol de maestro de
Petrona por el pintor Guillermo Laborde[iv],
quien se convertirá en una persona fundamental para ella, además de su maestro
será un gran amigo, su referente artístico y su conexión con el mundo del arte.
Permanentemente la alienta a que presente obras en las exposiciones que
realizaba el Círculo de Bellas Artes. No sólo en las que se hacían anualmente
con obras de los alumnos de la institución, sino también en los Salones de
Primavera que el Círculo organiza desde 1923. A partir de 1927 el Ministerio de
Instrucción Pública comienza a organizar los Salones de Otoño, en los que
también Petrona Viera presentará obras, así como en los Salones Nacionales que
se organizarán luego de 1937, año de creación de la Comisión Nacional de Bellas
Artes.
Pero otro aspecto en que es clave la figura de Guillermo
Laborde en relación a Petrona Viera es que es quien la introduce en el planismo[v].
En 1923 hace su primer envío para el Salón de Primavera
organizado por el Círculo de Bellas Artes. Y a partir de este momento y por más
de treinta años enviará obra a las exposiciones del medio local e incluso a
alguna realizada en Buenos Aires. En 1926 realiza su primera muestra individual
en la galería Maveroff. Concurre a distintas muestras de sus colegas, a
galerías de arte, siempre acompañada de su hermana Lucha (Luisa Viera), que la
secundará en todas sus apariciones públicas.
Toda la pintura inicial de Petrona, realizada en estos años
en que toma clases con Puig y luego en los primeros años con Laborde, gira en
torno a los eventos familiares, al mundo de los niños de la casa quinta en la
que vive la familia Viera, sobre la Avda. 8 de Octubre. Se trataba de una
lujosa finca, con amplio parque con árboles y espacios de recreo, y numerosos
sirvientes. Con la muerte de Feliciano Viera en 1927, la familia se recluye en
la quinta, sólo Petrona y Lucha realizarán salidas constantes a partir de los
años 30, en que la pintora incursiona en la pintura al aire libre, como veremos
más adelante. En 1929 la familia deberá abandonar la casa quinta ya que no
pueden sostener las hipotecas que pesaban sobre ella y se trasladan a una casa
que les dona el Partido Colorado, también en la Avda. 8 de Octubre, donde la
familia continúa su vida apartada y en la que Petrona Viera instalará el taller
en el que trabajará hasta su muerte en 1960.
Los óleos y dibujos de Petrona de los años 20 gira, como
decíamos, en torno a la vida en la quinta, transformándose por tanto en un
relato visual del universo de los Viera. Pinta retratos familiares, actividades
cotidianas de sus hermanas y hermanos, los juegos infantiles, las tareas de los
sirvientes. Su pintura es muy colorista. Hace un uso de los colores al modo de
los planistas, confrontándolos, colores muchas veces estridentes, con una casi
inexistencia de variantes tonales y en grandes áreas de color.
Esta obra forma parte de toda una serie de cuadros vinculados
a los juegos infantiles. Un grupo de niñas parece danzar, en un clima de
alegría, en la tradicional ronda “Martín Pescador”. Las niñas están
representadas de una manera genérica, no están individualizadas sino que se ha
eliminado la singularidad de los rostros. Es una obra que refleja las
enseñanzas de Laborde ya que se trata de una composición planista de vivos
colores donde se produce un claro contraste entre la luminosidad del día y
sombra que proviene del parral. Participa del tono festivo y distendido de los
años 20 y de la pintura planista de dichos años.
Muchas obras de escenas infantiles y también de escenas entre
hermanas ya más grandes, no son en el exterior de la quinta (que las hay y
muchas relacionadas con el parque y sus árboles) sino en el interior, pero
particularmente en umbrales, un interior que mira al exterior. Se trata de
escenas introspectivas, de figuras quietas que conversan, secretean.
Tal vez estas obras nos hablan de esa vida de encierro, de
ella y sus hermanas, atisbando a través de los umbrales ese mundo exterior en
el que no están. Tal vez nos hablan de la situación de encierro de la propia
Petrona, que por su sordera ve tan limitada las posibilidades de comunicación
social.
En 1927 presenta en el Salón de Otoño organizado por el
Ministerio de Instrucción Pública la obra Composición. Es una representación de
cuatro de sus hermanas en un entorno arbolado. El jurado del Salón en un primer
momento decide darle el primer premio, pero no de forma unánime. La discusión
en torno a brindar este premio a Petrona Viera se hizo pública, se enjuiciaba
por parte de la crítica el gran formato de la obra, sugiriéndole de forma
paternalista que utilizara formatos pequeños, se la consideraba demasiado
parecida a la de su maestro, se la veía poco innovadora. El paternalismo
caracterizaba a las críticas que se realizaban en relación a las obras de
artistas mujeres, generalmente se reservaban para evaluarlas términos tales
como “primorosa”, “delicada”, “tímida”, “decorativa”…, proyectando así la
visión que se tenía sobre lo que debía ser la pintura de una mujer, no se
admitía que ésta abordara temáticas y miradas que se consideraban masculinas.
La mayoría de las críticas que se realizaron hasta ese momento, y después, a la
obra de Petrona, reconocieron siempre el talento que tenía, pero muy pocos
valoraron su alcance. El jurado al final, ante la falta de unanimidad, le
otorga el primer premio, pero compartido con Carmelo de Arzadun y Ricardo
Aguerre. Como resultado de la severidad de las críticas (que la afectaron
mucho), y de la actitud errática del jurado, la artista devuelve el premio, no
lo acepta, y no volverá a pintar en un formato tan grande.
Además de las escenas de la vida cotidiana en la quinta,
Petrona Viera también pinta en estos años numerosos retratos, fundamentalmente
de sus hermanas y hermanos.
En este retrato de su hermana Lucha, su acompañante, se
revela una gran modernidad pictórica, prueba sin duda de todo el contacto que,
a través de Laborde, tenía con la evolución del arte de vanguardia.
Su autorretrato, plenamente planista, nos muestra una gran
expresividad, de gran avidez comunicacional, como observando el mundo con sumo
interés.
En los años 30 se produce un cambio, introduce otras
temáticas, como los desnudos. Esto resulta muy innovador para la época, no sólo
por su condición de pintora mujer, sino porque este género no lo estaban
abordando tampoco en ese momento los artistas hombres. Estos desnudos son muy
particulares desde el punto de vista plástico: muy sintetizados, en colores
cálidos, suaves, nacarados, de gran lirismo. Predominan en ellos, como en buena
parte de su pintura, la calma, el silencio, la invitación a la introspección.
Otra temática en la que incursiona en estos años 30 es el
paisaje. Sale a pintar al exterior, siempre con la compañía de su hermana
Lucha. Registra las playas Malvín y Carrasco, por ejemplo. Pero también las
oceánicas de Maldonado y Rocha. Y es aquí, en estos paisajes, donde la pintura
de Petrona Viera abandona su calma característica e introduce gran fuerza y
energía en olas que nos aproximan a furiosos mares y vientos.
Estos cambios de los años 30, tanto en las temáticas como en
el uso de los colores, menos vibrantes que los de la etapa anterior, nos hablan
sin duda de nuevas necesidades expresivas por parte de Petrona.
Algunas de las obras de este período parecen perder el énfasis
en la figuración y recorrer otros caminos desde la plástica, donde por momento,
como en estos cuadros de 1933, parece caminar hacia una síntesis narrativa
desde un mayor interés por la pintura pura.
A partir de 1940 ingresamos en otra etapa en la pintura de
Petrona Viera. En este año muere su maestro Guillermo Laborde, situación que la
afecta profundamente. Unos meses más tarde Guillermo Rodríguez, artista también
vinculado al Círculo de Bellas Artes, se constituirá en su nuevo maestro,
introduciéndola en la práctica de una nueva técnica artística: la xilografía.[vi]
Vuelve con la xilografía a la temática del desnudo, pero con
una carga mayor de expresividad y movimiento. Lo mismo ocurre con la temática
del juego infantil, la retoma pero también con una recurrencia a lo expresivo
que no habían tenido en la primera etapa.
Sobre sus últimos años, deja de exponer. Está enferma y su
pintura, al óleo, se centra en flores y naturalezas muertas en las que las
frutas son el centro de la representación. Vuelve al colorismo pero con la
particularidad que, como sus modelos, esta llegando al fin de su vida. Petrona
Viera fallece el 4 de octubre de 1960.
Para ampliar información pueden consultar el catálogo de la
retrospectiva que el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) de Montevideo le
dedicó en el año 1922, que pueden descargarlo en: https://mnav.gub.uy/cms.php?id=petrona2020
También pueden descargar el trabajo de Raquel Pereda “Petrona
Viera: su vida y su tiempo” en: https://docplayer.es/24918897-Petrona-viera-su-vida-y-su-tiempo.html
[i]
Escasamente estudiadas por la historiografía del arte y con una casi
inexistente valoración por parte de sus contemporáneos.
[ii]
Feliciano Viera (1872-1927), abogado y político perteneciente al Partido
Colorado, ocupó la presidencia de la República entre 1915 y 1919. Integrante
del ala batllista de dicho partido, se distancia de la misma por desavenencias
con el líder José Batlle y Ordoñez, conformando en 1921 el sector del partido
denominado “Vierismo”.
[iii]
El Círculo de Bellas Artes se había fundado en 1905 constituyendo la primera
academia donde aprender a pintar que tuvo el Uruguay.
[iv]
Guillermo Laborde (1886-1940) fue un importante pintor uruguayo asociado al
planismo, junto con José Cúneo, Carmelo de Arzadun, Alfredo de Simone y la
propia Petrona Viera. Realizó una intensa labor docente, además de sus trabajos
de pintura, diseño gráfico y de escenografías.
[v] Tendencia
pictórica presente en gran cantidad de artistas durante la década de 1920,
caracterizada por una pintura colorista, con una paleta cromática de colores
vibrantes, una composición geométrica definida a partir de amplios planos de
color y aplanamiento de todo el conjunto al no modelarse desde el claroscuro
para dar volumen. Se difunde principalmente desde el Círculo de Bellas Artes y
sus principales exponentes en los años veinte fueron José Cúneo, Carmelo de
Arzadun, Guillermo Laborde, Humberto Causa, César Pesce Castro, Guillermo
Rodríguez, Petrona Viera, entre otros.
[vi]
La xilografía constituye una de las variantes del grabado y es una técnica de
impresión que utiliza una matriz de madera para obtener la estampa.