Pero desde principios de siglo ya se habían insinuado ideas renovadoras en la arquitectura nacional (recordemos lo que hemos estudiado sobre el art nouveau en Montevideo, con la obra de Leopoldo Tosi, Alfredo Jones Brown, Alfredo Maini, Horacio Acosta y Lara, el catalán Buigas i Monravá), con este antecedente, también en la década del 20 se continúa avanzando hacia lo nuevo.
Y en este marco destaquemos el cambio arquitectónico que significó el edificio de la Aduana, cuyo proyecto correspondió al arquitecto Jorge Herrán, ganador del concurso en 1923 (la inauguración del edificio es de 1934 con la obra aún sin terminar).
Según sus propias declaraciones, Herrán había concebido su proyecto dentro de normas de arquitectura neoclásica, en busca de una cierta simplicidad y con el respeto debido por la simetría y por determinadas proporciones atenidas a principios rigurosos. Pero Herrán estaba al corriente de que las cosas venían cambiando en la arquitectura del mundo más desarrollado. Limpió pues las formas del proyecto de toda decoración superflua; quitó columnas, pilastras y cornisas. Se quedó con el puro juego de las proporciones. El resultado se ve claramente porque hay una especie de desacuerdo entre algunas libertades evidentes y una estructura general que no parece nacida de un ejercicio libre de la imaginación. Pero el edificio es pulcro y sencillo; más sencillo que ningún otro de su tiempo aquí en Montevideo, constituye un paso serio en el sentido de una renovación arquitectónica.
Tomado de Leopoldo C. Artucio: Montevideo y la arquitectura moderna.
Tomado de Leopoldo C. Artucio: Montevideo y la arquitectura moderna.
Desde principios de siglo, a pesar de la fuerte influencia francesa en la conducción de la Facultad de Arquitectura (que existe como tal desde 1915) a cargo de José Carré, esto no significó un freno a la innovación.
La aparición de varios edificios renovadores en el lenguaje arquitectónico, coincidió también con la visita de Le Corbusier al Río de la Plata. En 1929 visitó Montevideo y Buenos Aires y elogió Montevideo por lo despojado de sus muros medianeros y por la existencia de varias residencias donde ya se vislumbraba el espíritu nuevo: líneas austeras, prismáticas, geométricas.
Uno de estos edificios claramente innovadores es el Edificio Centenario (25 de Mayo 555 esq. Ituzaingó) proyectado en 1929 por los Arquitectos De los Campos, Puente y Tournier. Su destino (programa) era oficinas, y supone una clara ruptura con el pasado.
El edificio de diez pisos de altura –los que albergan 75 locales para oficinas- cuenta con dos sectores retranqueados de acceso en planta baja –uno sobre cada calle- a modo de transición desde la vía pública. Desde estos se entra independientemente a las oficinas y a los locales comerciales existentes a nivel de vereda.
Es acertada la organización del conjunto. La lectura es de una sucesión de edificios, que se realiza mediante la descomposición del volumen, por medio de retranqueos y salientes.
Se buscó conectar al edificio con el resto de las construcciones de la zona. Por un lado se mantiene la tipología de jerarquización de la esquina, para esto se realizó una torre que baja hacia los lados hasta tomar la altura de los linderos.
No se dejan llevar rígidamente por el racionalismo: movilizan los volúmenes a partir de ese juego de entrantes y salientes. Innovan pero no imitan.
La aparición de varios edificios renovadores en el lenguaje arquitectónico, coincidió también con la visita de Le Corbusier al Río de la Plata. En 1929 visitó Montevideo y Buenos Aires y elogió Montevideo por lo despojado de sus muros medianeros y por la existencia de varias residencias donde ya se vislumbraba el espíritu nuevo: líneas austeras, prismáticas, geométricas.
Uno de estos edificios claramente innovadores es el Edificio Centenario (25 de Mayo 555 esq. Ituzaingó) proyectado en 1929 por los Arquitectos De los Campos, Puente y Tournier. Su destino (programa) era oficinas, y supone una clara ruptura con el pasado.
El edificio de diez pisos de altura –los que albergan 75 locales para oficinas- cuenta con dos sectores retranqueados de acceso en planta baja –uno sobre cada calle- a modo de transición desde la vía pública. Desde estos se entra independientemente a las oficinas y a los locales comerciales existentes a nivel de vereda.
Es acertada la organización del conjunto. La lectura es de una sucesión de edificios, que se realiza mediante la descomposición del volumen, por medio de retranqueos y salientes.
Se buscó conectar al edificio con el resto de las construcciones de la zona. Por un lado se mantiene la tipología de jerarquización de la esquina, para esto se realizó una torre que baja hacia los lados hasta tomar la altura de los linderos.
No se dejan llevar rígidamente por el racionalismo: movilizan los volúmenes a partir de ese juego de entrantes y salientes. Innovan pero no imitan.
Otro edificio que vino a conmover al Montevideo del eclecticismo, fue el Edificio Lapido (18 de Julio esq. Rio Branco) proyectado también en 1929 y finalizado en 1933. Es de los Arquitectos Juan Aubriot y Ricardo Valabrega. Su programa es múltiple: redacción de periódicos, oficinas y vivienda de apartamentos. Fue uno de los primeros edificios austeros, de formas puras. Se trata de una masa blanca, entera, con una repetición de balcones macizos, iguales y superpuestos, como motivo plástico esencial. Sobre los últimos pisos pierde regularidad, produciéndose retranqueos y modificaciones que dan lugar a volúmenes más pequeños, que impiden un recorte neto de las formas contra el cielo.
Hay una contraposición de fajas horizontales macizas con las verticales vidriadas (que corresponden a espacios de circulación). Las plantas se resuelven fuertemente sectorizadas y articuladas a partir de figuras geométricas simples.
También en 1929 hubo dos importantes concursos: el Palacio Municipal y el Hospital de Clínicas.
Mauricio Cravotto resuelve el proyecto del Palacio Municipal con múltiples referencias arquitectónicas que responden al interés, en primera instancia de comunicar su condición de edificio público. Es, en especial, la voluntad de dotarlo del carácter de municipio de la ciudad que lo lleva a relacionarse con los ayuntamientos medievales, reformulados a partir de la estructura formal y del tipo de torre con basamento.La torre,a pesar de la reducción de 40 metros de altura proyectada que alteró sus proporciones generales, se convierte en elemento de referencia a nivel de toda la ciudad. El basamento, por otro lado, pretende relacionarse de una forma primaria y condicionada al contexto más próximo.
La obra se retira de las distintas líneas de edificación, recreando espacialmente una explanada de transición, que por su carácter ascendente enfatiza su perspectiva totalizadora.
Complementariamente el autor confiere al edificio distintos niveles de relación con la ciudad a través del diseño de las explanadas anteriores y posteriores, las circulaciones elevadas sobre el basamento y los pórticos de planta baja en las calles laterales.
Tomado de Guia Arquitectónica y Urbanística de Montevideo.
El concurso para el Hospital de Clínicas (1928) fue ganado por el Arquitecto Carlos Surraco. Para realizarlo adaptó a nuestro medio la construcción en altura que estudiara exhaustivamente en Estados Unidos. Fue fundamental para esta obra la difusión de la estructura de hormigón armado.
A Surraco le interesó especialmente la inserción del edificio en el medio circundante, pero también la ubicación en relación a las necesidades de los enfermos: acondicionó la propuesta arquitectónica a que las salas de los enfermos tuvieran aire y sol óptimos.
El Hospital de Clínicas forma parte de un Centro Médico (junto con la Facultad de Odontología, el Instituto de Traumatología y el de Higiene).
A Surraco le interesó especialmente la inserción del edificio en el medio circundante, pero también la ubicación en relación a las necesidades de los enfermos: acondicionó la propuesta arquitectónica a que las salas de los enfermos tuvieran aire y sol óptimos.
El Hospital de Clínicas forma parte de un Centro Médico (junto con la Facultad de Odontología, el Instituto de Traumatología y el de Higiene).
El gran cuerpo del edificio no es un prisma recto sino levemente quebrado en el centro, y en él se incrustan los volúmenes de las salas de enfermos, suficientemente separados unos de otros. Todo el sistema es funcionalmente correcto y plásticamente rompe con la rigidez vitalizando las formas en general. El orden de ventanas repetido incansablemente a lo largo y a lo ancho de los superficies; la simplicidad casi monótona de sus fachadas y el juego de la luz sobre las salas de internación salientes, hacen del hospital una obra plástica avanzada en esos años primeros de la modernidad. (Artucio, ob. citada).
La Facultad de Ingeniería. Arq. Julio Vilamajó.
1936 (proyecto), 1945 (inauguración parcial), 1953 (inauguración definitiva).
El proyecto surge ya en un momento en que la arquitectura moderna ha avanzado en Montevideo. Nos remite a la Bauhaus y su edificio en Dessau de 1926, ya que responde a su misma lógica compositiva.
La diferencia que tiene con aquél es el tratamiento de la integración al paisaje. Mientras que para Gropius esto no fue pertinente, Vilamajó respetó la integración del edificio en un lugar de paseo urbano respetando la visión del mar.
La mirada se extiende sin dificultad hacia el río, hacia el espacio verde inmediato, limitado por la masa gris del edificio de hormigón con animaciones en relieve o en hueco.
La composición se estructura en base a un conjunto de volúmenes, referidos a unidades programáticas, articulados a partir del vestíbulo de acceso. Evita así la imposición al entorno de un volumen contundente. El habitual recurso de la arquitectura moderna de levantar los bloques sobre pilares, resulta especialmente pertinente para mantener y encuadrar las visuales, además de proporcionar fluidez a nivel peatonal. Su alternancia con bloques sobre el suelo produce una elaborada incorporación del elemento sorpresa. Los espacios abiertos modelados por el edificio e integrados al parque, se conciben como unidad que fluye alrededor y por debajo de los volúmenes. Este sentido dinámico que promueve el recorrido por la apertura de diversas perspectivas se vincula a los principios de composición barroca. La concepción de la forma resulta indisoluble de la estructura, al realizarse todo el edificio en hormigón armado. En el interior incorpora el concepto de flexibilidad, librando las subdivisiones a cerramientos livianos. El propio material de la estructura es usado además como recurso expresivo, contraponiendo su textura con la fina terminación de piezas prefabricadas de mármol conglomerado. El tratamiento de las superficies en base a calados modulados y fajas texturadas logra ablandar la geometría dominante.
1936 (proyecto), 1945 (inauguración parcial), 1953 (inauguración definitiva).
El proyecto surge ya en un momento en que la arquitectura moderna ha avanzado en Montevideo. Nos remite a la Bauhaus y su edificio en Dessau de 1926, ya que responde a su misma lógica compositiva.
La diferencia que tiene con aquél es el tratamiento de la integración al paisaje. Mientras que para Gropius esto no fue pertinente, Vilamajó respetó la integración del edificio en un lugar de paseo urbano respetando la visión del mar.
La mirada se extiende sin dificultad hacia el río, hacia el espacio verde inmediato, limitado por la masa gris del edificio de hormigón con animaciones en relieve o en hueco.
La composición se estructura en base a un conjunto de volúmenes, referidos a unidades programáticas, articulados a partir del vestíbulo de acceso. Evita así la imposición al entorno de un volumen contundente. El habitual recurso de la arquitectura moderna de levantar los bloques sobre pilares, resulta especialmente pertinente para mantener y encuadrar las visuales, además de proporcionar fluidez a nivel peatonal. Su alternancia con bloques sobre el suelo produce una elaborada incorporación del elemento sorpresa. Los espacios abiertos modelados por el edificio e integrados al parque, se conciben como unidad que fluye alrededor y por debajo de los volúmenes. Este sentido dinámico que promueve el recorrido por la apertura de diversas perspectivas se vincula a los principios de composición barroca. La concepción de la forma resulta indisoluble de la estructura, al realizarse todo el edificio en hormigón armado. En el interior incorpora el concepto de flexibilidad, librando las subdivisiones a cerramientos livianos. El propio material de la estructura es usado además como recurso expresivo, contraponiendo su textura con la fina terminación de piezas prefabricadas de mármol conglomerado. El tratamiento de las superficies en base a calados modulados y fajas texturadas logra ablandar la geometría dominante.
Respecto a este edificio, cabe resaltar aquí lo ocurrido en ocasión de la visita a nuestro país, en 1959, del célebre arquitecto vienés, radicado en Estados Unidos, Richard Neutra. Un grupo de arquitectos nacionales lo llevó en automóvil a recorrer Montevideo. Parecía que nada lo atraía especialmente. Pero de pronto, pasando por el Parque Rodó, frente a la Facultad de Ingeniería, pidió que se detuvieran para observarla detenidamente y tomar algunas fotografías. Inquirió inmediatamente quién era el autor de la obra y emitió entonces el más elogioso de los comentarios: “Se trata de la obra de un maestro”, dijo y agregó al conocer la fecha de su realización: “Los japoneses recién ahora, están descubriendo el hormigón visto; Vilamajó se adelantó veinte años a ellos.”
Tomado de César Lousteau, Vida y obra de Julio Vilamajó.
Tomado de César Lousteau, Vida y obra de Julio Vilamajó.
Facultad de Arquitectura. Arqtos. Román Fresnedo Siri y Mario Muccinelli.
1938 (concurso), 1946 (inauguración).
La estructuración general, con una clara sectorización de funciones, responde al tipo patio, adaptado a la particular forma del terreno: se puede leer una organización tradicional en base a galerías y pabellones que bordean un patio principal – a la usanza de las características soluciones académicas de principios del siglo XX -, el que se constituye así en un centro vital del edificio. El ritmo ininterrumpido de pilares de las fachadas interiores, imprime un carácter claramente claustral al espacio, el que se reafirma por la presencia de galerías en dos niveles, correspondientes a los sectores este y sur. Hacia el oeste, un pórtico de doble altura – coincidiendo con el único tramo no construido – permite integrar una sugestiva visión de la ciudad al ámbito interno y recogido del patio. Completa este particular ambiente, un estanque anfiteatro enmarcado por una acertada selección de especies vegetales.
En las fachadas, fuertes elementos horizontales – el basamento (interrumpido sólo por la escalinata de acceso) y la cornisa superior – contienen una sucesión de elementos verticales – pilares alternados con paños vidriados –generando así un delicado equilibrio. El acceso, completamente transparente, está enmarcado por dos contundentes elementos macizos: un gran plano vertical continúo – correspondiente al salón de actos y al gran hall – y la caja prin
1938 (concurso), 1946 (inauguración).
La estructuración general, con una clara sectorización de funciones, responde al tipo patio, adaptado a la particular forma del terreno: se puede leer una organización tradicional en base a galerías y pabellones que bordean un patio principal – a la usanza de las características soluciones académicas de principios del siglo XX -, el que se constituye así en un centro vital del edificio. El ritmo ininterrumpido de pilares de las fachadas interiores, imprime un carácter claramente claustral al espacio, el que se reafirma por la presencia de galerías en dos niveles, correspondientes a los sectores este y sur. Hacia el oeste, un pórtico de doble altura – coincidiendo con el único tramo no construido – permite integrar una sugestiva visión de la ciudad al ámbito interno y recogido del patio. Completa este particular ambiente, un estanque anfiteatro enmarcado por una acertada selección de especies vegetales.
En las fachadas, fuertes elementos horizontales – el basamento (interrumpido sólo por la escalinata de acceso) y la cornisa superior – contienen una sucesión de elementos verticales – pilares alternados con paños vidriados –generando así un delicado equilibrio. El acceso, completamente transparente, está enmarcado por dos contundentes elementos macizos: un gran plano vertical continúo – correspondiente al salón de actos y al gran hall – y la caja prin
- Bibliografía:
- Guía Arquitectónica y Urbanística de Montevideo, Editorial Dos Puntos, 1996.
- Artucio, Leopoldo, Montevideo y la Arquitectura Moderna, Editorial Nuestra Tierra, 1968
- Arana, Mariano y Garabelli, Lorenzo, Arquitectura renovadora en Montevideo 1915-1940, Editorial Fundación de Cultura Universitaria, 1991
- Loustau, César, Vida y obra de Julio Vilamajó, Editorial Dos Puntos, 1994cipal de escaleras.