sábado, 13 de junio de 2009
Goya en youtube
También de "artehistoria" es este video sobre una de las obras más importantes de Goya: Los fusilamientos del 3 de mayo de 1808
A continuación, acompañados del "Requiem" de Mozart, se encuentran reunidos los 82 grabados que conforman la serie "Los desastres de la guerra"
viernes, 12 de junio de 2009
Goya: controversia sobre El Coloso
domingo, 7 de junio de 2009
Arquitectura eclecticista en el Uruguay del siglo XIX
En nuestro país el eclecticismo historicista de influencia francesa se introduce con la obra de Victor Rabú, francés de origen que llega al Río de la Plata con formación artística de arquitecto. Su obra hace sentir sobre el eclecticismo arquitectónico la presión de la idea romántica valorativa de las modalidades nacionales, magnificando estilos, incluso los exóticos.
Muchas de las obras proyectadas por este arquitecto tienen esta modalidad exótica, pero pocas han sobrevivido hasta nuestros días.
La primera proyectada por Rabú es la Iglesia de San Francisco (Cerrito esquina Solís) en 1864. Su conformación general resulta del uso de elementos medievales (arbotantes y contrafuertes, rosa central, capiteles y torre de línea románica) combinada con entablamentos clásicos. En síntesis: una obra de pleno eclecticismo.
En 1869 produce las alas anexadas lateralmente al Teatro Solís, para las que recurre al clasicismo pero no se ajusta ni al ritmo ni a las proporciones correspondientes a los ordenamientos corintio y compuesto empleados en el cuerpo central, igualmente los pórticos son inarmónicos con relación al peristilo del teatro.
En 1870 el estudio de Rabú proyectó la capilla Jackson (Luis A. de Herrera esq. Vaz Ferreira). Fue edificada como un pequeño oratorio por la familia Jackson en un sector de su quinta, que fuera la antigua chacra de Larrañaga, en torno a la cual se fue generando el barrio Atahualpa, con amplias residencias inmersas en vastos jardines.
Todo el edificio está unitariamente concebido apelando al lenguaje gótico, por su carácter evocador, como fiel expresión del espíritu romántico íntimamente vinculado al ambiente señorial y bucólico de las casas quinta finiseculares. En esta expresa voluntad de significación se aprecia el carácter ecléctico historicista de la obra. Se trata de un templo de una sola nave, exteriormente se lee la presencia de un crucero, el que es generado por las dos sacristías adosadas a la nave. La esbelta torre está rematada por una lujosa flecha, en el eje de la fachada principal.
De la misma época y con el mismo espíritu romántico de estas casas quinta tenemos la de Soneira (Av. Suárez 3781). Se proyectó en 1870 por parte de su propietario quien dirigió la construcción y el alhajamiento, todo en un riguroso estilo gótico, incluyendo un lujoso mobiliario hecho por artesanos florentinos.
La residencia fue ampliada y refaccionada por el arquitecto Gardelle en los años 1912-14, respetando las características de su arquitectura.
Se trata de un edificio exento de dos plantas, más una incluida en un empinado tejado de pizarra. La fachada principal está conformada en torno a un eje situado en el acceso, pero las torres de los extremos presentan volúmenes y alturas diferentes. Todo el lenguaje expresivo está encuadrado en las corrientes ecléctico-historicistas, en una versión vinculada al estilo gótico.
También de 1870 es la construcción de la actual casa de Francisco Gómez (actual edificio de la Junta Departamental, 25 de Mayo 609) del Ing. Ignacio Pedralbez, uruguayo formado en Francia, quien también hizo la casa quinta de Aurelio Berro, ambas goticistas e integradas en esta tendencia de arquitectura sugeridora de ideas y sentimientos pasados.
II) Modalidades eclecticistas en Uruguay introducidas por arquitectos e ingenieros formados en Italia
Juan Alberto Capurro nació en Montevideo en 1841, se forma en Italia y regresa al país realizando varias e importantes obras.
Destacamos en particular la casa quinta construida en el año 1870 para el Dr. Raffo (cónsul italiano en el Uruguay), edificio que hoy ocupa el Museo Municipal “Juan Manuel Blanes”. (La finca luego pasó a ser propiedad de Clara García de Zúñiga y más tarde fue propiedad de Augusto Morales, siendo adquirida en 1928 por la Intendencia con destino a museo, actuando el Arq. Baroffio en su remodelación para este fin pero respetando el espíritu del proyecto original).
La casa quinta es frentista a la Avda. Millán pero tiene un extenso parque que le brinda una agradable perspectiva, a la que se suma un cantero circular antes de llegar a la escalera de acceso.
Toda su fachada es de estilo clásico, se desarrolla en un solo nivel, con sótano y mirador (agregado posteriormente) ubicado en el eje. La obra recuerda las villas de Palladio (bajo renacimiento o período manierista), en particular la villa Rotonda.
La entrada tiene un porche saliente que forma un hemiciclo con columnas jónicas de fuste estriado, tiene barandas con balaustres que limitan la terraza del frente pero se continúan en uno de los costados en forma de galería techada con macetones y que actúa como mirador hacia un parque cargado de estatuas muy al estilo de Palladio.
En síntesis, todo el repertorio se corresponde al clásico: columnatas, balaustres, dinteles, almohadillados, y el parque incluía lugares de esparcimientos tales como glorietas, pérgolas, lagos artificiales, cascadas.
Otra de las obras destacadas de Capurro, fue la vivienda que le encomienda el entonces presidente de la república, general Máximo Santos. El resultado fue el Palacio Santos (1884), actual sede del Ministerio de Relaciones Exteriores (18 de Julio y Cuareim).
La fachada sobre 18 de Julio presenta una estricta simetría: la puerta de acceso en el eje se halla flanqueada por dos ventanas de cada lado, con balcón con balaustres rematados con frontón triangular, salvo el que corona el acceso, que es curvo.
Tanto las puertas como ventanas, se hallan enmarcadas con columnas de fuste estriado y capitel corintio; sobre los vanos corre un friso esculpido y, como remate, una baranda de mármol blanco de Carrara, igual que los balaustres. La franja de los balcones se continúa a lo largo de toda la fachada, enfatizando la horizontalidad de la misma, con friso de mármol blanco. A modo de zócalo, una banda mármol negro contornea todo el edificio, lo cual resalta el fuerte desnivel que presenta la calle Cuareim. Toda la fachada y la distribución de los espacios, así como el repertorio constructivo y decorativo, recuerda el siglo XVI italiano.
En la parte principal, por 18 de julio, se desarrollan las habitaciones en torno a un patio iluminado por una gran claraboya, embaldosado con losas negras y blancas y con una fuente en el centro, con paredes decoradas con espejos y molduras doradas, yeserias, vitrales, cristales, esculturas, que le dan a todo el interior un gran despliegue ostentoso.
El desnivel que produce la calle Cuareim, produce un segundo patio al que se ingresa por esta calle y a donde daban las dependencias de servicio.
El otro gran nombre de la arquitectura ecléctica de inspiración italiana es el del Ingeniero Luis Andreoni, italiano de nacimiento, formado en Turín y arribado al Uruguay en 1876.
Fue autor de una gran cantidad de proyectos y presenta una obra sumamente variada.
Vamos a referirnos en particular al Club Uruguay y al Hospital Italiano, ambos inscriptos en la escuela ecléctica.
El Club Uruguay (1888), destinado a la alta burguesía montevideana, consta de planta baja y dos plantas altas. La fachada de la planta baja se caracteriza por un almohadillado de inspiración renacentista, mientras que las 2 plantas altas se resuelven en logias, la primer planta se compone de arcos de medio punto sostenidos por dobles columnas jónicas, y el piso superior se compone de un sistema adintelado que descansa sobre columnas corintias.
La construcción, que busca permanentemente la simetría, tanto en lo que a resolución planimétrica como en cuanto a fachada se refiere, es claro ejemplo de una obra ecléctica en sí misma, ya que toma como referentes diversas modalidades del pasado.
Esta vinculación a distintos lenguajes se organiza por niveles, adscribiéndose la planta baja al Renacimiento, el primer piso al Manierismo y el segundo piso al Barroco.
El Hospital Italiano (1884-1890), resultado de un concurso y del enorme peso que tenía la colectividad italiana en esos años, fue proyectado por Andreoni inspirándose claramente en el Palazzo degli Uffizi en Florencia de Giorgio Vasari. Los arcos de medio punto se apoyan en columnas dobles, las salas que dan sobre el Bulevar Artigas se ven protegidas por una extensa galería, y a la fachada norte se accede por una amplia escalinata de mármol blanco que concluye en un pórtico abierto que permite brindar una perspectiva del interior del edificio de gran transparencia y levedad.
Claramente se vincula su construcción con la arquitectura italiana del siglo XVI.-
Historicismos y eclecticismos en el siglo XIX
El historicismo consistió básicamente en la recuperación de principios arquitectónicos de otras épocas. Entre las corrientes neoárabes, neobarrocas o neoclásicas, destacó muy especialmente el neogótico británico, basado en el revival o resurrección de los principios estéticos del gótico. Entre las edificaciones más destacables de este estilo cabe citar el conjunto del Parlamento británico, obra de Charles Barry (1795-1860) y Pugin (1812-1852).
La burguesía del siglo XIX ve como válidos esos códigos artísticos antiguos.
En forma paralela a los historicismos se desarrollan estilos eclécticos: nos estamos refiriendo a aquellos casos en que se mezclaron diferentes historicismos en una misma obra. Por ejemplo:
La Ópera de Paris, edificio de claro signo eclecticista (neoclásico y neobarroco) se convierte en el símbolo de la ciudad burguesa. Es el lugar donde los burgueses se exponen a la ciudad, por eso se levanta sobre grandes escaleras y se sitúa al fondo de una avenida para resaltar el edificio debidamente. En su interior el espacio teatral es mínimo y lo que predominan son las estancias y salones donde se exhiben los burgueses. Fue construido por el arquitecto Charles Garnier (1861-1874), con elementos italianos clásicos y decoración barroca para realzar la sensación de fastuosidad y grandeza.
“Ver y ser visto. Según este lema, la Ópera se presenta como el símbolo del Segundo Imperio, como la “catedral” de la burguesia parisina del siglo XIX y como la esencia del “estilo de Napoleón III”. El conjunto de la Grand Escalier y el Grand Foyer forman justamente su punto álgido. En este conjunto hay suficiente espacio para pasear para la propia escenificación. El abandono de una estética normativa por una descriptiva, que ya no quiere valorar sino describir, se ve claramente en la utilización de un vocabulario formal y decorativo ecléctico. Los estilos históricos se consideran formas puras que se pueden combinar a gusto. Ya no son portadoras de una expresión, más bien su criterio se guía por los puntos de vista de la moda social”.-
Nota: también se habla de eclecticismos cuando se aplica a la obra de un arquitecto constituida por edificios que corresponden cada uno de ellos a estilos históricos distintos.
La Arquitectura del Siglo XIX
En lo que a arquitectura se refiere, a comienzos del siglo XIX todavía era abundante la producción de edificios de traza neoclásica, tanto en el conjunto del continente europeo como en Norteamérica. Pero, avanzado el siglo, el panorama va a hacerse mucho más variado, por el surgimiento de nuevas escuelas y tendencias. El neoclásico es el último estilo global. A partir del siglo XIX los estilos ya no engloban todas las artes, en la década 1820-1830 la arquitectura sigue
una evolución propia y la escultura y sobre todo la pintura llevan una evolución diferente.
Por otra parte, y como consecuencia del desarrollo de las revoluciones industriales, asistimos a un rápido crecimiento de las ciudades y, en consecuencia, a la consolidación de los modelos de la vida urbana. Ahora la ciudad se convierte en un espacio múltiple, en los que coexisten las ordenadas zonas burguesas con los suburbios en los que se asienta la clase obrera. Con ello, las geografías urbanas reflejarán la nueva división social que caracteriza a las sociedades capitalistas emergentes. Y, de este modo, reaparece con fuerza el urbanismo, la necesidad de proceder a la planificación del crecimiento de la ciudad, de forma que sus distintos elementos puedan cumplir las funciones a las que se les destina.
En general, la arquitectura se va haciendo receptora de los nuevos avances tecnológicos y, frente a gustos más anclados en la tradición (neoclasicismo, historicismo) va a darse en este siglo el origen de lo que podríamos considerar la inicial arquitectura moderna: aquella que levanta los primeros "rascacielos", que recurre a los forjados de hormigón y al cristal o que emplea el hierro de forma masiva. En este aspecto, será un país joven, como los Estados Unidos, donde esta corriente, representada por la Escuela de Chicago, adquiera mayor resalte.
Emparentada en cierto modo con la tendencia anterior, receptiva a las novedades aportadas por las revoluciones industriales, nos encontraremos también con una arquitectura del hierro, que hace de este material su principal elemento constructivo. Se trata de un hierro colado, que permite elaborar piezas de gran tamaño y levantar con ellas complejas estructuras, completadas frecuentemente con cierres de cristal, otras de las novedades de la época.
Frente a todo ello en Europa y hacia finales del siglo va a surgir la última tendencia arquitectónica de este periodo. Nos referimos al Modernismo, denominación bajo la que se recoge la aportación de diferentes arquitectos, muchas veces muy distintas entre sí, pero que presentan en común ciertos rasgos, como el deseo de dejar atrás las obligaciones impuestas de la tradición, la necesidad de experimentar con libertad en la creación de espacios y el interés por completar las edificaciones con extensos programas decorativos (Esta tendencia arquitectónica se denomina Modernismo en España y tuvo su principal exponente en Antonio Gaudí, pero en Francia, Bélgica y países latinoamericanos como en el caso de Uruguay la conoceremos como “Art Nouveau”).
El siglo XIX: nace el arte contemporáneo
El siglo XIX tiene, desde el punto de vista artístico, un enorme interés. Las distintas expresiones artísticas de esta época van a reflejar a la perfección los grandes cambios que en todos los órdenes de la vida, se producen a lo largo de esa centuria. Entramos ahora, decididamente, en el arte contemporáneo y, con ello, se pierde la homogeneidad de estilo que había caracterizado a las etapas anteriores. Si el Renacimiento es el arte de los siglos XV y XVI, como el Barroco lo es del XVII o el Neoclásico del XVIII, no podemos decir ahora que tal estilo en concreto define al siglo XIX.
Por el contrario, a lo largo de este periodo diversas sensibilidades artísticas se suceden. Todo va a ponerse en tela de juicio. La nueva sociedad burguesa, rompedora con las trabas del Antiguo Régimen va a llevar también este rompimiento al campo del arte. Los viejos principios van a cuestionarse y las nuevas respuestas no serán, a partir de ahora, uniformes. La idea de libertad se asienta por lo tanto definitivamente en el mundo de la creación artística. Existirán las escuelas, las corrientes y las tendencias, frente al estilo imperante en cada una de las etapas anteriores.
Así pues, el XIX es un siglo de inusitado interés para el que gusta de la historia del arte: un festival para los sentidos y la reflexión acerca del sentido de la obra de arte. Del Romanticismo a la Escuela de Chicago y del realismo al postimpresionismo. De la arquitectura tradicional a la del hierro y de las esculturas convencionales a las obras voluntariamente inacabadas. La libertad completa (antes, si acaso, reservada únicamente a los grandes creadores, y no en todas las ocasiones) ha llegado al mundo del arte. Cuando el siglo concluya el artista, como individuo, se habrá ganado el respeto y la consideración social de su trabajo.
Muchos caminos se abrieron al arte en el siglo XIX, pero todos ellos pueden resumirse en uno: el de la libertad de creación. La revolución industrial y la burguesa tuvieron su continuidad en la expresión artística.