El arte latinoamericano de las décadas del 20 y del 30 del siglo XX, va a sufrir una profunda renovación vanguardista. Inspirados en los cambios formales y estéticos introducidas por las vanguardias europeas de principios de siglo, los artistas latinoamericanos van a realizar una relectura de sus realidades sociales y políticas y desde aquí van a proyectar una obra reivindicativa de una cultura nacional. Se buscará una ruptura con el academicismo de corte eurocentrista, al tiempo que se iniciará la construcción de una identidad cultural. Este proceso, que en la historiografía se lo designa como “la modernidad latinoamericana” tuvo diversas vertientes, como diversa es la realidad del continente. No van a ser iguales las búsquedas artísticas en aquellos países de fuerte presencia indígena, que en aquellos países, como el nuestro, más abiertos a la influencia europea, o aquellos donde era muy fuerte el aporte cultural proveniente de las poblaciones de origen africano.
En aquellos países con clara influencia indígena, en tanto fueron los escenarios de las altas culturas precolombinas (México, Ecuador, Guatemala, Perú, Bolivia), buena para de las propuestas del arte se inscriben en el denominado “indigenismo”, entendiéndose éste como un arte que busca y reivindica las raíces indígenas y las integra en la obra. Las manifestaciones más características del indigenismo estuvieron en la literatura, con nombres como el del peruano Mariátegui o del guatemalteco Asturias. Muchas veces la literatura señalaba el camino, el que era seguido por pintura y escultura. A nivel de las artes plásticas, el movimiento conocido como el “muralismo mexicano”, liderado por Rivera, Siqueiros y Orozco, es tal vez el más importante, o al menos el más conocido, en este contexto.
En países como Argentina o Uruguay, que no fueron asiento de importantes culturas aborígenes, el modernismo va a buscar sus raíces en la sociedad colonial y en el tipo humano característico de nuestras pampas: el gaucho. Pensemos por ejemplo en la obra del uruguayo Pedro Figari y su propuesta “nativista”. Aunque también en el Río de la Plata se miró lo precolombino, buscando allí recursos expresivos.
Para el caso de Cuba, un ejemplo lo encontramos en la obra de Wilfredo Lam, que encaminó su búsqueda hacia un estilo que encarnara la herencia afrocubana de su país.
Los artistas latinoamericanos, provenientes no sólo de regiones diversas, sino también de formaciones y experiencias estéticas muy disímiles, debatieron sobre las características de ese “arte nacional”. Muchos enfatizaron que el arte debía dar cuenta de los entornos sociales y políticos, otros enfatizaron lo estético. Pero en lo que sí coincidían era en la necesidad de creación de una obra original que se nutriera de las innovaciones introducidas por las vanguardias, pero que diera cuenta de la herencia tradicional, de las formas ancestrales. La mayoría de estos artistas se habían formado en Europa y en el marco de las vanguardias, absorbiendo las nuevas técnicas y el espíritu de cambio. Muchos tomaron conciencia de esta necesidad de rescate de la tradición, precisame
nte en Europa. “Si yo traje alguna cosa de mis viajes a Europa entre las dos guerras fue el mismo Brasil”, declaró Oswald de Andrade. Las vanguardias europeas que más influencia tuvieron en la postura innovadora de los latinoamericanos, fueron el cubismo, el fauvismo y el surrealismo. Más específicamente en el caso de Torres García, se suma también el neoplasticismo, y en el caso de Pettoruti, el futurismo.
Los inicios del modernismo en Latinoamérica los situamos en la década de 1920. Un hito en esta dirección fue la denominada “Semana de arte moderno” realizada en 1922 en San Pablo. Destacan aquí los nombres de los artistas plásticos Anita Malfatti, Cavalcanti, Rego Monteiro. A estos vinieron a sumarse luego, Tarsila do Amaral y Cándido Portinari. Interactuando con ellos, los poetas y/o escritores Oswald de Andrade y Mario de Andrade.
Otro acontecimiento de similares características, fue la fundación
de la revista “Martín Fierro” en Buenos Aires, en 1924. Destacan aquí los nombres de Emilio Pettoruti y Xul-Solar. La década de 1930 va a ser clave con la irrupción del “Universalismo Constructivo”, de la mano del uruguayo Joaquín Torres García. Éste se nutre del lenguaje vanguardista pero en esa búsqueda de la identidad, invierte el mapa de Latinoamérica poniendo entonces el énfasis en el “americanismo”, reivindicando una identidad regional y continental.
Hemos hecho referencia a algunos movimientos y a algunos nombres, hay muchos más.
Sobre algunos de los nombres más importantes, vamos a ir profundizando en siguientes entradas.
- Edward Lucie-Smith (2000), Arte latinoamericano del siglo XX. Ediciones Destino. Barcelona.
- Irma Arestizabal, Cubismos y arte moderno en América Latina. Años 20.
en www.fundacion.telefonica.com/arteytecnologia/.../arestizabal.pdf
- Antonio Salcedo (2002), Irrupción y continuidad de las vanguardias latinoamericanas.
Artigrama N° 17, Revista del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, en http://www.unizar.es/artigrama/pdf/17/2monografico/03.pdf
- Edward J. Sullivan (1996), Arte latinoamericano del siglo XX. Editorial Nerea. Madrid.




El resultado es la posibilidad de desmaterialización del muro mediante grandes vanos que se llenaron de vitrales coloreados. Los contrafuertes se coronan con pináculos, a los efectos de acentuar el efecto ascendente. El arbotante también sirve para conducir al exterior el agua de lluvia, sirviéndose de las gárgolas a modo de bocas de desagüe.

Y por último, dejo este video de "Arteguias" sobre el arte gótico, con hermosas imágenes:

Otras características de la representación:
Iglesias y monasterios son los edificios característicos del románico. Sobre finales del siglo XII, con el aumento de la importancia de las ciudades, sobre todo de las que se encuentran en las rutas de peregrinación, el románico llega a éstas, y en algunos casos la iglesia se transforma en catedral.
La planta tiene forma de cruz latina. Presenta una o tres naves, siendo la central más amplia que las laterales. Cada nave acaba en un ábside, generalmente semicircular. Y el ábside se suele cubrir con una bóveda de cuarto de esfera.
La puerta tiene un aspecto abocinado, resultado de la utilización de un conjunto de arcos de tamaño decreciente y progresivamente rehundidos, denominados arquivoltas.
Cuando en 1907 los amigos de Picasso vieron este cuadro por primera vez, reaccionaron con estupefacción. Esta pintura, que no se expuso hasta 1916, es considerada hoy una obra clave de la pintura moderna. Cinco mujeres de elevada estatura y desnudas miran fijamente al espectador y exhiben su cuerpo en una actitud impúdica y provocativa. Pero lo que llama la atención no es tanto su evidente sensualidad como el estilo de representación artística. Picasso, que era un excelente dibujante, renuncia de repente a cualquier imitación de la naturaleza y muestra la faceta opuesta y "primitiva": todas las formas son angulosas y toscas, como talladas con un hacha. También destacan los rostros desfigurados de las dos mujeres de la derecha, cuyos rasgos esquemáticos apenas parecen humanos. A partir de 1906, animado en parte por una gran retrospectiva de Gauguin y por sus visitas al Museo de Etnología de París, Picasso se interesó por el denominado "arte primitivo". En particular, las tallas africanas en madera con sus formas reducidas y su simbolismo directo, despertaron en él tal fascinación que adquirió varias figuras. Como ocurriría con frecuencia a lo largo de su vida, Picasso transformó su hallazgo en una nueva forma de expresión artística muy personal. Se conservan más de ochocientos esbozos y estudios del cuadro, en el que trabajó durante nueve meses. La obra fue concebida originalmente como una escena de burdel. El título "Las señoritas de Aviñón" hace referencia a un burdel situado en la calle Aviñón de Barcelona. En la versión definitiva desaparecieron todos los elementos narrativos. La armonía está rota y la perspectiva espacial fragmentada en facetas geométricas. El cuadro aborda dos temas clásicos de la pintura, el desnudo y la naturaleza muerta, pero se aparta intencionadamente de todas las reglas convencionales.-








