sábado, 23 de mayo de 2009

El Barroco en América

El Barroco español

El Barroco en las posesiones españolas americanas abarca el siglo XVII y primeros años del XVIII. Influyó tanto en la poesía, la música, la pintura, la escultura y la arquitectura.
Un primer período de Barroco sobrio, es visible en las catedrales de México y de Puebla. A fines del siglo XVII, el Barroco es rico, refinado y detallista.
Luego da paso a mediados del siglo XVIII a un Barroco exuberante, caracterizado por columnas salomónicas adornadas de frutas y flores, con abundante oro como permanente demostración de la riqueza y opulencia de los criollos.
En México, y también en Perú, la mano de obra indígena hizo sentir su influencia, por lo que el Barroco en América no fue un simple traslado de los principios estéticos y formales europeos que caracterizaron a este estilo artístico, sino que tomó una dimensión distinta donde a partir de lo europeo se generó un arte colonial donde se lee la impronta mestiza de América. El indígena, vencido por la conquista española, ejerció una suerte de “contraconquista” a través de una redefinición de la cultura dominante, enriqueciéndola y transformándola.


Altar de los Reyes, Catedral Metropolitana de México


“De la catástrofe de la conquista y de la violencia ejercida por las elites ibéricas, surgió un orden colonial que podemos llamar indo-afro-iberoamericano. Plural por sus razas y sus etnias, no fue pluralista porque las diferencias sociales y raciales se superponían. Sin embargo, y a pesar de la rigidez de las barreras raciales, algunos puentes fueron establecidos entre las castas y las razas; unos procesos de sincretismo religioso y cultural se desarrollaron, contribuyendo a la formación de una cultura colonial, que no fue una simple reproducción de las culturas metropolitanas.
Españoles y portugueses fueron antes que nada unos constructores. Si el siglo XVI fue el de la destrucción de las civilizaciones precolombinas, de aculturación forzada por el impulso de la cristianización, fue, igualmente, un siglo de edificación. Los espacios coloniales se recubrieron de ciudades. Un tejido cerrado de centros religiosos ligaron a las regiones; entre ellas se establecieron redes de reciprocidad y de redistribución económica y simbólica. (…)
El proceso de sincretismo religioso se inició con la aparición de la virgen de Guadalupe a un indio mexicano, en 1531, en el mismo lugar de culto de la diosa-madre azteca Tonatzin. La apropiación del cristianismo español a través de su identificación sincrética con las principales divinidades precolombinas, constituyó el punto de partida de una conciencia colonial diferenciada de la hispánica. Esta identidad mestiza, surgió poco a poco por todos los espacios coloniales: en Brasil con Nuestra Señora Aparecida o en Cuba con la Virgen Negra de Regla, por ejemplo (…).
Paralelamente al sincretismo religioso, se desarrolló un arte religioso que, aún cuando se importó de la península, se moldeó perfectamente a la sensibilidad de las poblaciones coloniales y fue adoptado a través de un trabajo de reelaboración estética. Como lo ha subrayado Octavio Paz, el barroco colonial exagera los modelos de origen, en un tipo de delirio de la forma que impregna a los altares, retablos y fachadas de los edificios religiosos. Esta locura del barroco coincidió, tanto en Brasil como en las posesiones españolas, con el apogeo de la explotación minera del oro y de la plata en el siglo XVIII. Esto permitió una decoración con base en dorados, y la riqueza minera favoreció la construcción de iglesias que rivalizaban unas con las otras por la originalidad en sus decoraciones. Los escultores indígenas dejaron trazos de su estética particular, y contribuyeron así a la apropiación original de un arte importado. Exuberancia del color y de la forma, manifestación de una sensualidad a flor de piel, el barroco americano es el símbolo del triunfo de la pasión sobre la reflexión, de la ostentación sobre el ascetismo. El arte barroco “invistió la realidad con una formidable carga de imaginación y buscó transformar el mundo visible en fiesta, es decir, intentó poner la actividad productiva al servicio del goce” (DUVIGNAUD). Antítesis del desprendimiento de la sobriedad puritana, el barroco americano es también la expresión de una cultura religiosa opuesta a la del protestantismo. Es una manifestación del triunfo del espíritu de la contrarreforma, en el seno de los espacios coloniales. Es sin duda ahí, en donde reside la característica más importante de la identidad colonial, que se impone y se distingue del mundo indígena y de las metrópolis ibéricas. Se trata de sociedades en pleno arranque económico y cultural (…)”
Bastian, Jean-pierre, “América Latina 1492 – 1992, conquista, resistencia y emancipación”

En el Barroco mexicano surge la voluntaria alteración en las proporciones de los elementos arquitectónicos; la multiplicación y realce de las formas en los arcos, la incorporación en los frontones de abundantes, irregulares y realzadas molduras. La columna se convierte en pilastra exuberantemente ornamentada; se decoran todos los entrepaños; las líneas se rompen hasta el infinito, y la talla y la escultura se convierten en elementos decorativos definitorios de la fábrica de los edificios.
Típicas del Barroco son las grandes volutas o aletas que sirven para ligar y unir armoniosamente dos puntos situados a diferente altura. Se colocan en las fachadas de las iglesias y también resuelve la relación entre la base amplia de una construcción y la de la cúpula más estrecha dando al edificio un perfil unitario y contrarrestando el empuje de la cúpula.


Fachada de la Iglesia de San Francisco Javier, Tepotzotlán, México

La decoración es exuberante, tanto en el interior como en el exterior de las construcciones. Los motivos son naturalistas. También se hace policroma combinando mármoles de distintos colores.
El espacio interior adquiere un carácter unitario en el que se combinan armoniosamente la arquitectura, la escultura y la pintura. En las iglesias ricos retablos adornan todas las capillas.
En el exterior el edificio se hace fachada y se concibe con el fin de incrementar la belleza de la calle o de la plaza. La decoración de estas fachadas se distribuye siguiendo un ritmo que se acentúa y concentra en el centro, así como los elementos salientes respecto al muro (pilares, columnas, frontones etc.) que también son reagrupados en el centro que domina sobre los lados.

Las proporciones de los edificios no son muy grandes, ya que fueron construidos por frailes que pusieron el énfasis en su misión evangelizadora más que en cualquier meta estética. Para esta misión, los frailes intentaron retomar elementos del culto prehispánico para adaptarlo al cristianismo y así facilitar la conversión. Así, el atrio, o espacio enorme que precede a la iglesia y al convento, adopta los contornos de las ceremonias en el aire libre de los indígenas. Allí ahora se daba el catecismo. Las capillas posas, donde se organizaban las procesiones, también se inscribían en la línea de las muy importantes procesiones prehispánicas. En la capilla de los indios o capilla abierta oficiaba el sacerdote y la masa indígena estaba en el atrio.

Arte mestizo

A lo largo del siglo XX la historiografía del arte colonial ha manifestado una preocupación constante por establecer el grado de originalidad de esta producción artística, nacida a partir de los modelos europeos trasplantados a América tras el establecimiento español en el continente americano. Y para detectar esta originalidad se han señalado varios puntos de partida. Uno de los más importantes ha sido la identificación de temas procedentes del repertorio iconográfico de las diferentes culturas prehispánicas contemporáneas al momento de la conquista, incorporados a la decoración de obras propias de la cultura europea, especialmente de carácter religioso, como iglesias y conventos. A estos temas se han añadido también aquellos procedentes de la flora y la fauna americana. Los ejemplos se relacionan tanto con la cultura azteca en el área del virreinato de Nueva España como con las culturas preincaicas y la incaica en el virreinato del Perú.
También han sido considerados como propios del arte mestizo los usos dados a los espacios, impuestos por las necesidades de la evangelización de una elevada población indígena. Este sería el caso de las capillas de indios o las capillas posas, tan numerosas en la arquitectura religiosa del siglo XVI en México y que se extienden hasta el siglo XVIII en el área andina. En estos ejemplos se ha valorado como un elemento clave la aportación indígena derivada del hábito de asistir a las ceremonias en grandes espacios abiertos en lugar de en lugares cerrados como las iglesias cristianas. Una variante del arte mestizo es el denominado arte tequitqui, palabra náhuatl que significa "vasallo" y que el español José Moreno Villa utilizó para definir "el producto mestizo que aparece en América al interpretar los indígenas las imágenes de una religión importada", con la consiguiente fusión de conceptos europeos e indígenas (La escultura colonial mexicana, 1942).
Del mismo modo, la pintura colonial cuenta con un capítulo de "pintura mestiza", denominación utilizada fundamentalmente para designar a la producción anónima que se lleva a cabo en talleres del área andina, en torno a la ciudad del Cuzco, desde finales del siglo XVII a finales del siglo XVIII. A menudo es empleada como sinónimo de escuela cuzqueña. A ella se unen todas aquellas pinturas en las que se detecta la presencia de motivos indígenas junto a los cristianos.
Tomado de http://www.arteyestilos.net/



La escuela cuzqueña de pintura


Se denomina así a una producción pictórica realizada en Cusco en los siglos XVII y XVIII, por pintores indios y mestizos. Estos se formaron con jesuitas influidos por el tenebrismo característico de la pintura barroca española (Zurbarán), que desarrollaba fuertes contrastes de luz y sombras.
Pero paulatinamente se van alejando de la influencia europea para conformar un estilo local caracterizado, en lo temático, por el interés en asuntos costumbristas como, por ejemplo, la procesión del Corpus Christi, y por la presencia, por vez primera, de la flora y la fauna andinas.
Aparecen, asimismo, una serie de retratos de caciques indios y de cuadros genealógicos y heráldicos. En cuanto al tratamiento técnico, ocurre un desentendimiento de la perspectiva, sumado a una fragmentación del espacio en varios espacios concurrentes o en escenas compartimentadas. Nuevas soluciones cromáticas, con la predilección por los colores intensos, son otro rasgo típico del naciente estilo pictórico.


Imagen: Nuestra Señora de Belén, pintura anónima del siglo XVIII, perteneciente a la Escuela Cuzqueña. La forma triangular de la imagen evocaría a la Pachamama o Madre Tierra de los antiguos peruanos

El arte colonial en Brasil

Fueron los jesuitas y benedictinos los primeros cultores de la pintura de la época colonial. Los religiosos pintaron en iglesias, claustros y en objetos sagrados bajo la influencia del estilo predominante entonces, el barroco europeo.
La prosperidad económica, producto de la explotación del oro, atrajo a muchos talentosos artistas europeos en el siglo XVIII, lo cual generó una época espléndida del arte barroco.

Con respecto a la arquitectura, Brasil conserva numerosas edificaciones de la arquitectura colonial que han sido proclamadas por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Sin duda la ciudad de Olinda, en el Estado de Pernambuco, es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura colonial, así como el Centro Histórico de Salvador de Bahía, donde puede observarse elaboradas muestras de la arquitectura portuguesa de la época colonial. La antigua ciudad de Ouro Preto, en el Estado de Minas Gerais, guarda la pieza maestra del arquitecto Antonio Francisco Lisboa, conocido como "Aleijadinho", en la Iglesia del Buen Jesús. Es el mejor exponente de la época dorada del barroco brasileño. Las misiones jesuíticas edificaron numerosas instalaciones en Río Grande do Sul, en las fronteras entre Brasil, Argentina y Paraguay en el siglo XVII. Son notables sus trabajos en madera.

Aleijadinho: (1738-1814), arquitecto y escultor brasileño, fue el artista más importante del rococó en su país.
Como arquitecto fue el principal artífice de la evolución de la escuela minera hacia una exuberancia y un dinamismo formal que la alejó de sus raíces portuguesas. Las plantas adquirieron perfiles sinuosos, los muros se curvaron y las torres cilíndricas se convirtieron en una de las principales señas de identidad de una arquitectura regional de gran originalidad. Entre las obras que se le atribuyen sobresale la iglesia de la Orden Tercera del Carmen (Ouro Preto), la de San Francisco de Asís en Ouro Preto, con una original colocación de las torres detrás de la fachada, y la de San Francisco de Asís en São João del Rey, perteneciente a su última etapa.



Aleijadinho, Iglesia de San Francisco en Ouro Preto


Su obra maestra como escultor se encuentra en el acceso y la escalinata del santuario del Bom Jesus de Matozinhos en Congonhas do Campo. Se trata de un conjunto escultórico compuesto por las figuras de los doce profetas, tallados en esteatita blanda (pedra sabâo), que constituyen una auténtico ‘ballet’ en piedra de inspiración barroca.
El conjunto de 12 profetas de Congonhas do Campo se configura como una de las series más completas del arte cristiano occidental representando a los profetas. Están presentes los cuatro principales profetas del Antiguo Testamento - Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel, en posición destacada en el ala central de la escalinata - y ocho profetas menores, elegidos por un clérigo, según la importancia establecida en el orden del canon bíblico. En los tres planos del atrio, esculturas ordenan sus gestos simétricamente respecto al eje principal de la composición.
Organizados según un juego de correspondencias, los profetas forman un conjunto unitario y, a la vez, diversificado en sus partes, en perfecta organización escenográfica. Pese a la fuerza expresiva de cada pieza, es en la comunicación establecida por la visión del grupo que la elocuencia de cada gesto alcanza su plenitud, como en un acto de ballet.

También son de destacar las seis escenas de la Pasión de Cristo (1800-1805), realizadas en madera policromada, que flanquean el acceso al Morro do Maranhâo. En ambos casos, el ritmo y la elegancia en la disposición de las figuras unidas a lo novedoso de la composición hacen de este artista uno de los personajes más insólitos y geniales de la historia de la escultura.



Aleijadinho, una escena de "La pasión de Cristo"


Aleijadinho, "La última cena"

12 comentarios:

  1. felicitaciones...soy estudiante de arte y voy a hacer mi tesis sobre el barroco en las molduras de asuncion paraguay y me es realmente muy util los trabajos presentados por ustedes, gracias
    carmen zambrini, paraguay

    ResponderEliminar
  2. Gracias Carmen y me alegro mucho que sea de utilidad el material que publicamos en el blog.

    ResponderEliminar
  3. muy bueno el amterial......sigan asi muchas gracias......bsss

    meli

    ResponderEliminar
  4. Me sirvió muchisimo para la escuela.
    La verdad muy bueno

    Agu.

    ResponderEliminar
  5. necesito con especificacion los usos,costumbre,sociales,sistema de clases,etc. en el periodo del barroco en america. porfavor!

    ResponderEliminar
  6. ESTUDIO ARQUITECTURA Y ME ENCANTA LA ARQUITECTURA COLONIAL

    ResponderEliminar
  7. necesito las areas del barroco meztizo en america por favor podrian ayudarme?

    ResponderEliminar
  8. Necesito las ÁREAS DEL BARROCO en la EDAD MODERNA(materia 8vo básico)por favor podrian ayudarme?? lo necesito pronto!!!

    ResponderEliminar
  9. QUE BIEN FELICIDADES ESTUVO GENIAL VOLAR CON UNA INVESTIGACIÓN COMPLETA DEL TEMA

    ResponderEliminar
  10. por favor necesito influencia del arte barroco

    ResponderEliminar
  11. Para mi trabajo de iconografía de los templos chiquitanos halle ciertas luces para trabajar e investigar.. Gracias.

    ResponderEliminar