Prof. Mónica Salandrú
Pintar la vida moderna fue una de las características del Impresionismo, pintar a la gente con sus indumentarias, en sus actividades cotidianas. Esto incluía las novedades que presentaba el ocio de la burguesía triunfante en los espacios urbanos de la renovada vida parisina. El teatro se convirtió en uno de los lugares preferentemente frecuentados por este grupo social, ya que se constituyó en un escenario social donde el estatus y las relaciones estaban en exhibición pública. El lugar ideal para ver y ser visto, para la demostración de riqueza y “buen gusto”. Y no sólo para la alta sociedad, ahora los nuevos ricos invadían los teatros para mostrarse. El tema del palco ya había sido tomado por dibujantes como Honoré Daumier, ya que era ideal para la sátira social: en sus dibujos aparecían hombres lascivos con anteojos de gran tamaño, mujeres maduras que luchaban por verse atractivas, padres que exhibían a sus hijas casaderas, provincianos que se movían torpemente en un ambiente que desconocían pero al que querían integrarse. También el mundo de la moda había hecho del palco un frecuente motivo de los dibujos de sus revistas, ubicando allí a elegantes damas que lucían los vestidos novedosos. Pero como motivo pictórico aparece por primera vez en el cuadro “El palco del teatro (La loge)” de Pierre-Auguste Renoir, presentado en la primera exposición impresionista en 1874.
Pierre-Auguste Renoir. "El palco". 1874. Óleo s/lienzo 80 x 63 cm. Instituto de Arte Courtauld, LondresUna pareja elegantemente vestida en unos de los principales
teatros de París constituyó un tema sin precedentes. Era un paradigmático tema
de la vida moderna, y estaba representado también de una manera poco
convencional: la composición recortada daba la impresión de una instantánea
fotográfica, reforzada por la actitud diferente de ambos personajes. Mientras
la mujer ha bajado sus binoculares para convertirse en centro de atención, el
hombre levantó los suyos para mirar a otra persona entre el público. Mientras
el rostro del hombre queda semioculto por los prismáticos, la joven se muestra
en toda su belleza como en un marco dorado.
Esta pintura ilustra claramente los convencionalismos sociales en estos
ámbitos: la mujer está para ser mirada y el hombre es el que mira (respondiendo
a la tradicional práctica pictórica: los hombres pintan mientras las mujeres
constituyen su tema). Estamos por tanto ante un claro ejemplo de las
construcciones que en relación al género, caracterizan a esta época y a esta
sociedad. La escena fue preparada en el
estudio del artista. Para la mujer posó Nini López, modelo de Renoir en
diversas oportunidades. Y para el hombre posó Edmond, su hermano. Con una
pincelada suave y fluida, Renoir genera una sinfonía en blanco y negro
contraponiendo las rayas atrevidas del vestido de moda de la mujer con el
atuendo de noche del hombre.
Mary Cassat también abordó el tema del palco del teatro en
varias de sus pinturas. En el óleo de 1878, “Mujer de negro en la Ópera”,
Cassatt le dio a su figura femenina un papel notablemente más dinámico que el
otorgado por Renoir a la suya, ya que mira con avidez a través de sus lentes de
ópera la fila de asientos frente a ella (o la escena). En el fondo, arriba a la
izquierda, un hombre dirige su mirada hacia ella. El espectador, que los ve a
ambos, completa el círculo. En Cassatt la mujer, en lugar de un receptor pasivo
de la mirada masculina, analiza activamente a la multitud y no muestra signos
de ser consciente del espectador. Los binoculares, al ocultar su rostro,
contribuyen a subvertir el rol asignado a la mujer de objeto de
contemplación. Esa postura inquisitiva
sin duda rompe con los estereotipos comunes sobre la feminidad. El negro del
vestido podría indicarnos su condición de viuda, y si es así, no tenía las
mismas restricciones sociales que las solteras y las casadas. De todas formas,
claramente estamos ante una mujer está asumiendo actitudes que esta sociedad
reserva a la masculinidad.
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