En la anterior entrada, dedicada a la 1ª Bienal de Montevideo “El Gran Sur”, hicimos referencia a la obra “Campos de Color” de Sonia Falcone. Fue una de las obras que más nos entusiasmó (desde lo sensorial, ya que desde lo conceptual claramente que hay obras muy valiosas), por lo que decidimos rastrear un poco en internet para conocer más sobre esta artista.
La artista en la exposición presentada en Galería Lorca de Santa Cruz, Bolivia, en 2010.
Sonia Falcone nació en Bolivia en 1965, se trasladó
muy tempranamente a Estados Unidos, estando radicada actualmente en Hong Kong.
Su obra se caracteriza por la centralidad del color, presente en propuestas que
incluyen pintura, escultura, instalaciones y videoinstalaciones. Según palabras
de la artista el interés por el color, por la vibración que este produce, se
origina en la influencia que sobre ella ha tenido siempre la producción textil de su país y el trabajo
artesanal y femenino que esta implica. Su búsqueda es crear una obra que
sensibilice al espectador a partir de la unión entre belleza y naturaleza.
Sol de Justicia. 2008. Óleo sobre lino, 300 x 200 cm
Pasiones del alma. 2010. Técnica mixta. 70.000 globos de látex sobre lienzo. 300 x 200 cm
Exposición "Pinta Nueva York". 2010
Pero también hay en su obra, siguiendo siempre
expresiones de Falcone, un fuerte contenido ético, que busca la reflexión del
espectador en torno a varios aspectos de la sociedad contemporánea o a otros
aspectos más filosóficos o religiosos como lo limitado del tiempo humano. Esto
último aparece reflejado en una escultura denominada “El árbol de la vida” en
la que esferas imantadas, representando el número de fines de semana que hay en
75 años de vida promedio, buscan que cada espectador sopese cuántos fines de
semana le restan por vivir para así intentar potenciarlos.
El árbol de la vida. 2011. Escultura en metal (esferas imantadas)
No presenta una trayectoria artística de larga data.
Entre los años 2010 y 2012 expuso en La Paz y Santa Cruz, y en Nueva York , Miami, Londres , Washington,
Buenos Aires, Bogotá y Beijing.
Ventanas del alma. 2009. Instalación. Aceites líquidos de extractos de flores naturales, cristales y vidrios, 300 x 200 cm
En relación a “Campos de color”, Falcone escribe: “Las
especies tienen una gran historia. Desde los albores de la civilización han
inspirado comercio, exploración, guerra y poesía. Erase una vez que la pimienta
que se esparce sobre la carne valía su peso en oro. La nuez moscada que se
gratina en un rompope alguna vez fue la causa de una guerra que conquistó
para Inglaterra el territorio de Long Island. Escondido detrás sus finamente
pulverizados cuerpos se encuentran sabores sorprendentes y un arcoíris de
colores provenientes de todo rincón de nuestro planeta. Al contemplar en
absoluta admiración la sutileza y el esplendor de las especies, surge en mí la
necesidad de plasmar la belleza invisible contenida en esta maravilla de la
naturaleza, para que su magnificencia de pronto se vuelva visible en toda su
gama de colores y pueda entonces tocar la sensibilidad del alma”.
Asistente de Falcone preparando la instalación para la 1ª Bienal de Montevideo
Campos de color. 2012. Instalación con pigmentos aromatizados de diversos colores.
Achiote, chocolate, pimienta, clavo, comino,
anís, café, curry, mate, wilkaparu, canela, y nuez moscada conforman esta
instalación hecha con polvos de resplandecientes colores: terracota, índigo,
rojo, verde, blanco, amarillo, carne, rosa, fucsia, violeta, naranja, ocres y
azules que están contenidos en idénticas vasijas de arcilla redonda y se elevan
desde estas en pequeños conos sobre el suelo de la Iglesia de San Francisco.
Adriana Herrera, crítica de arte y curadora, dice
de “Campo de color” que “es una instalación minimalista en su composición
estructural repetitiva; pero en lugar de los materiales fríos y neutrales, que
prevalecieron en el norte de América, usa una materia orgánica que contiene el
peso invisible de los siglos y de una memoria simbólica milenaria: las
especias”.
“Las 88 vasijas de arcilla contenedoras de las
coloridas especias en polvo –continúa Herrera– unifican la gastronomía de
oriente y occidente e incitan a imaginar, como una totalidad unificada, la
riqueza culinaria de la humanidad entera […] 88, número símbolo de lo eterno y
de lo infinito contenido incluso en la más pequeña de las semillas”.
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