Prof. Mónica Salandrú
Rafael Barradas fue un destacado pintor nacido en Montevideo en 1890 y fallecido en la misma ciudad en febrero de 1929. Junto con Figari y Torres García, forma parte de los grandes maestros de la pintura uruguaya del siglo XX. Pero su importancia trasciende el ámbito nacional ya que su obra constituyó una referencia para toda la pintura de vanguardia en España en los años en que residió en ese país.
Con apenas 20 años es un
destacado dibujante en el ambiente periodístico y cultural del Montevideo del
900. Vinculado con la bohemia intelectual montevideana, colabora como dibujante
y caricaturista con periódicos y revistas del medio local y de Buenos Aires.
De su primera etapa en
Montevideo, destaca el cuadro “Los emigrantes”, realizado en 1912. A Barradas
le interesaron ya tempranamente las temáticas sociales. En este caso aborda un
motivo que formaba parte de la realidad de ese Uruguay. Sus padres habían sido
emigrantes, él mismo lo será en los siguientes años. En esta obra vemos grandes
planos de color, definidos contornos y un uso muy destacado de la luz,
inundando de colores claros y luminosos el fondo del cuadro. Preanuncia con
esta pintura al planismo, un estilo pictórico característico del Uruguay en la
década de 1920.
En 1913 viaja a Europa,
junto a Alfredo de Médici, quien comparte generosamente con Barradas una beca
que el Estado le había otorgado para estudiar canto en Milán. En la imagen
vemos un dibujo que envía a “La Semana”, una de las publicaciones montevideanas
con las que Barradas colaboraba. En clave humorística se representa él junto a
de Médici, que con grandes privaciones económicas han llegado a la Europa
“soñada”.
En Milán toma contacto con
las innovaciones que está presentando la pintura europea, en particular con el
futurismo y el cubismo, vanguardias que lo inspirarán luego en la pintura que
va a realizar en los años 1917 a 1919. Aquí vemos un retrato que realiza de su
amigo Alfredo de Médici en Milán.
Sobre finales de 1913 y
principios de 1914 está en París y realiza esta escena de café, donde
apreciamos cómo a partir de formas quebradizas y angulosas, está buscando
transmitir un dinamismo al cuadro, dinamismo propio de esas sociedades modernas
y cambiantes que presentan las ciudades europeas que visita.
Hacia abril de 1914 llega a
Barcelona, iniciando una estadía en España de 14 años, ya que es desde este
país que retorna a finales de 1928 a Montevideo. Trabaja como ilustrador para
una revista de esta ciudad. Esta obra, realizada a fines de 1914 revela su
mirada sobre personajes de la vida cotidiana, gentes de pueblo, en la que
reitera el uso de superficies planas de color y contornos nítidos.
A principios de 1916 está de
vuelta en Barcelona, ciudad en la vivirá hasta 1918 en que se trasladará a
Madrid. Además de Pilar, forman parte de su hogar su madre y hermanos que han
viajado desde Montevideo y viven con el pintor. Trabaja estos años realizando
dibujos para revistas, ilustraciones de libros y carteles publicitarios.
El año 1917 es sumamente
importante. Barradas se vincula con importantes intelectuales y artistas
catalanes, expone dibujos y pinturas, y fundamentalmente es el año en que
inicia una estrecha amistad con el pintor uruguayo residente en Barcelona,
Joaquín Torres García. Esta amistad será rica en influencias mutuas, recorrerán
juntos la ciudad buscando reflejar en la pintura esa fascinación por el
espectáculo urbano. Es sobre todo Barradas el que incita a Torres García a
tomar la ciudad como temática central a abordar.
Es así que en 1917 Barradas
consolida un estilo que él mismo denomina “vibracionismo”, caracterizado por un
exaltado cromatismo, una estructuración del espacio a partir del encastre de
formas geométricas, y una búsqueda de revelar así el dinamismo del paisaje
urbano a partir de la incorporación de carteles, letras, números, relojes,
ruedas.
En esta obra, “La Catalana”,
Barradas nos habla del movimiento, valiéndose de la representación de un medio
de transporte de la ciudad. La intención es transmitir la vida urbana,
sugiriendo movimientos, ruidos, cambios constantes, como características
vitales de la ciudad de Barcelona. Los recursos plásticos son el color, la
fragmentación de las formas y la estructuración del espacio a partir del dibujo
y la línea.
En esta obra la protagonista es la ciudad. Colores vivos y planos múltiples se interceptan indicándonos los diferentes ritmos urbanos, y las formas fragmentadas nos remiten a un tumulto de figuras, ruedas y carteles. El reloj establece la pauta temporal: la 1 p.m.
1918 a 1925: Madrid
Entre 1918 y 1925 Barradas
va a residir en Madrid. Es la etapa más rica en términos de producción
plástica: ilustraciones, caricaturas, pintura, diseños teatrales y
publicitarios… Se integra, ocupando un lugar central, a los grupos de
vanguardia tanto literarios como plásticos, y a las principales tertulias de la
época, fundando su propia tertulia en el Café de Oriente.
Ya a partir de 1920
introduce una nueva modalidad pictórica denominada “clownismo”, que él mismo
definió como “lo que queda de la persona cuando ella se va, esos rasgos mínimos
que en la memoria fijan la estructura de una fisonomía o de un gesto”. En la
imagen vemos un retrato de Pilar del que
surgen esos rasgos muy elementales en la representación de la fisonomía de la
cara y en la de las formas.
Vemos en esta foto (tomada hacia 1920) un grupo
en el que están Barradas y Federico García Lorca, ambos sentados, y que da
cuenta de la amistad entre el pintor y el poeta que se inicia en estos años de
Madrid y va a continuar hasta el regreso de Barradas a Uruguay.
Y en este retrato que
Barradas realiza de Lorca vemos un claro ejemplo de ese estilo “clownista” que
desarrolla por estos años.
También en un lenguaje
“clownista” está realizado este retrato de su familia. Con una vida
caracterizada por las privaciones económicas, la familia está pintada, según
palabra de Barradas “más con mi alma que con mis manos”.
1916-1928: L'Hospitalet de Llobregat
En estos años Barradas, ya
muy enfermo de tuberculosis y con una situación económica muy adversa, sale de
Madrid y pasa a vivir en L’Hospitalet de Llobregat, un pueblo a escasos
kilómetros de Barcelona. Conforma allí una tertulia: el “Ateneíllo de
Hospitalet” por el que pasa prácticamente toda la intelectualidad española de
esos años.
Continúa pintando cuadros de una serie que ya había iniciado años antes, denominada “Los Magníficos”. Se trata de retratos frontales, de pie o sentados, de distintos personajes de las clases populares españolas. Crea figuras arquetípicas, de manos enormes y rudas y ojos sin pupila. A partir de una paleta de tonos terrosos, de unos contornos fuertes y definidos, nos brinda una imagen contundente y empática de trabajadores y campesinos castellanos, aragoneses y catalanes.
Barradas regresa a
Montevideo en noviembre de 1928, ya muy enfermo y fallece el 12 de febrero de
1929.
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