viernes, 16 de abril de 2021

Constantin Brancusi: la búsqueda de lo esencial

 Prof. Mónica Salandrú

Brancusi hacia 1915

En el marco de la renovación escultórica que caracteriza a las primeras décadas del siglo XX, Brancusi es una figura fundamental. Con él la escultura abandona la narración (característica fundamental de la escultura del siglo XIX, aún presente en el escultor más importante de estos años: Auguste Rodin) exigiendo al espectador una nueva forma de mirar. La anécdota deja de tener relevancia, siendo sustituida por el volumen, el espacio, la masa, la superficie, la textura, el ritmo.

Datos esenciales:

Nace en 1876 en una localidad rural de Rumania. Hijo de campesinos pobres, debe trabajar desde muy temprano. Hereda del medio en que creció, la realización de tallas de madera. Aprende a leer y escribir solo, cuando tenía cerca de 20 años. Entre 1894 y 1898 asiste a la Escuela de Artes y Oficios de Craiova, y entre 1898 y 1901 a la Escuela Nacional de Bellas Artes de Bucarest. En 1904 llega a París, debiendo trabajar para poder estudiar. En esos años están impactando entre los artistas que habitan esta ciudad, la escultura ibérica, la cicládica, las tallas en madera procedente de África y Oceanía, entre otras creaciones de lo que los contemporáneos denominaron “arte primitivo” y que les atraía poderosamente en el marco de un ambiente marcado por la insatisfacción con la tradición.  En 1907 Brancusi expone cuatro esculturas en el Grand Palais, en el 17° Salón de la Sociedad Nacional de Bellas Artes, obras que presentan una fuerte influencia de Rodin. Éste le propone trabajar con él, pero Brancusi rechaza el ofrecimiento (“Nada crece a la sombra de un gran árbol”, argumenta). Entre 1909 y 1910 coincide en La Ruche con Modigliani, emprendiendo ambos un trabajo en paralelo, en la búsqueda de un lenguaje nuevo que diera cuenta de nuevas formas de presentar la materia y de nuevas formas de representación. En estos años y en los siguientes va a permanecer cercano a Picasso, Derain y Matisse, y va a desarrollar una importante amistad con Duchamp, Tristan Tzara y Man Ray. En 1912 obtiene el primer premio en el Salón Oficial de Bucarest, y participa en el Salón de los Independientes de París. En 1913 expone en Nueva York, Chicago y Boston. Para 1924 ya goza de un reconocimiento mundial. Entre 1926 y 1928 realiza varios viajes a los Estados Unidos, consolidándose su figura a través de exposiciones y adquisiciones que de su obra realizan los principales museos de este país. En 1952 dona al Museo de Arte Moderno de París su taller y cien esculturas (de un total de cerca de 200 realizadas por el  artista). En 1955 el Guggenheim de Nueva York realiza una retrospectiva de su obra. Fallece en París en 1957.

Duchamp, Brancusi, Tzara y Man Ray hacia 1921

Características generales de su propuesta artística:

Confluyen en la obra de Brancusi las influencias tanto del arte primitivo  como del arte tradicional rumano. Los materiales que utilizó fueron  piedra caliza, mármol, bronce, madera y yeso. Su obra evolucionó hacia un estilo muy personal, con una eliminación de los detalles, lindando casi con la abstracción. Pero se mantuvo dentro de lo figurativo, liberándose de la imitación clásica y buscando la esencia de la forma, pura y elemental. Para esto se expresó a través de una serie de figuras repetidas (el pájaro, el huevo, las cabezas femeninas), resaltando el pulido de los materiales (bronce, mármol, madera) y recurriendo a formas arquetípicas como el cilindro, la pirámide y, sobre todo, la esfera ovalada.

Algunas de sus obras:

El beso, 1907. Piedra, 28 cm de altura. Museo de Arte de Craiova.

Esta obra constituye un momento fundamental en la renovación que la escultura está presentando en esos inicios del siglo XX. En este sentido se la considera una obra fundacional, a partir de la forma elemental y de la talla directa. Ha desaparecido la anécdota, todo el fundamento de esta obra reposa en sus componentes escultóricos: volumen, masa, textura y sencillez compositiva. Influido por la escultura primitiva recurre a la talla directa. Una línea separa, y une, las figuras, sin desprenderlas del bloque, acentuando así el volumen. Los rasgos descriptivos son arquetípicos: los surcos del cabello, la almendra de los ojos, la incisión de la boca, la rotundidad del pecho femenino. Impacta al espectador por la fuerza del abrazo, constituyendo una imagen potente. Constituyó un manifiesto del Brancusi escultor frente al Rodin moldeador.

Musa durmiente, 1910. Bronce, 16,1 x 27,7 x 19,3 cm. The Art Institute of Chicago.

Con esta cabeza como una forma ovoide, unitaria, separada del cuerpo, Brancusi nos muestra sus búsquedas de las formas primigenias, puras. Se trata de un fundido de bronce a partir de una talla directa en piedra. El escultor nos la presenta, nos revela una forma que estaba oculta en el bloque y él ha develado. Une la materialidad (que antes era algo puramente formal) con lo significativo. Con esta forma Brancusi explora su forma arquetípica más significativa: la esfera ovalada, el huevo.

Musa durmiente, 1910. Mármol, 17,8 x 29,2 x 20,3 cm. Smithsonian Institution, Washington D.C.
Negra y blanca, fotografía de Man Ray, 1926


Maiastra, 1910-1912. Mármol blanco y piedra caliza, 55,9 cm (mármol) 177,8 cm (base). MoMA, Nueva York

Esta escultura imponente de más de dos metros de altura, presenta cuatro partes distintas. La base, de piedra toscamente labrada, Brancusi la había expuesto de manera independiente en 1908 con el título “Doble cariátide”. Encaramado en lo alto un pájaro de mármol ha sido reducido a sus características básicas: cuerpo ovoide, cuello alargado, pico abierto y una pluma a modo de cola. El nombre “Maiastra” remite a una criatura mágica de cuento de hadas rumano. Es la primera vez que presenta al pájaro, tema recurrente luego en su obra. La superficie pulida y redondeada del pájaro contrasta con los ángulos de los dos bloques de caliza de la base y con la talla esquemática. Este contraste encarnaba el diálogo perpetuo entre la dimensión espiritual y la realidad cotidiana. Con respecto a la base, Brancusi creía que era esencial en toda escultura. Experimentó con variedad de formas y materiales para luego ir seleccionando las bases. Incorporó la documentación fotográfica del trabajo, consideraba que éste no se agotaba con el producto presentado sino que era todo el proceso el que debía considerarse. De ahí que con la ayuda de Man Ray montó en su taller un laboratorio fotográfico que le facilitó esa tarea de documentación. 

Maiastra, 1912. Latón s/base de piedra caliza, 73 x 20 x 20 cm. Museo Solomon Guggenheim, Nueva York

Brancusi realizó cerca de treinta esculturas con la temática de aves, y siete versiones de “Maiastra”. Este nombre (en rumano maestro o jefe) refiere a un pájaro mágico presente en los cuentos populares rumanos, que se muestra benéfico y con un plumaje deslumbrante. El escultor manifestó siempre inclinaciones místicas, herederas de las supersticiones arraigadas en el medio rural rumano. El plumaje deslumbrante lo representa a través del brillo del bronce. El canto parece salir del monumental pecho hinchado, que se acompaña de un cuello arqueado y un pico abierto. El pájaro parece posarse suavemente sobre la base.


La hechicera, 1916-1924. Nogal s/base de piedra caliza. 113,7 x 49,5 x 64,8 cm. Museo Solomon Guggenheim, Nueva York.

En madera Brancusi hizo tallados más expresionistas. Mientras que con la piedra o el metal representa las figuras arquetípicas (pájaros en vuelo, cabezas ovoides), las obras en madera son personajes específicos o entidades espirituales. En sus tallas en madera confluyen la influencia del arte primitivo, las tallas de Gauguin y el arte tradicional rumano, caracterizado por la talla de postes para puertas y pilares ornamentales. El título La hechicera alude a la bruja voladora de los cuentos campesinos rumanos, pero es de destacar que Brancusi nunca aclaró las fuentes visuales de sus diseños, ya que prefirió cultivar el misterio.


Constantin Brancusi hacia 1930, fotografía de Man Ray

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