A
mediados del siglo XIX en Francia, un grupo de pintores disconformes con las
normas académicas del arte, hartos de la forma de vida acelerada que comenzaba
a darse en las ciudades y unidos por su amor a la Naturaleza, forman una
comunidad en la pequeña ciudad de Barbizón, cercana al bosque de Fontainebleau
en las afueras de Paris.
Fue
Théodore Rousseau (1812 – 1867) el
primero de los pintores que se instala en Barbizón, y quien se convierte el
mentor del grupo de artistas que allí residirán. Entre los integrantes más
notorios del grupo podemos destacar a Jules
Dupré(1811 – 1889), Charles-François
Daubigny (1817 – 1878), ConstantTroyon
(1810 – 1868) y Narcisse-Virgile Díaz de
la Peña (1808 – 1876) entre otros destacados artistas. También fueron parte
del grupo de Barbizón, Jean-François
Millet y Camille Corot, quienes
a pesar de su amor por la Naturaleza, no siguieron fielmente, los lineamientos
artísticos del conjunto.
La
fuerte influencia que la pintura de Constable
había tenido sobre Rousseau, animó a éste último a crear una comunidad estilística en Barbizón, - ya
que en la práctica no existió una verdadera escuela de pintura -, sino
elementos y criterios artísticos que todos sus integrantes compartían,
centrados básicamente en la observación de la Naturaleza como fuente única y
directa de inspiración. A pesar de crear un estilo marcadamente realista, es notoria la influencia de un leve romanticismo debido a la intensidad
de los sentimientos que la Naturaleza despierta en sus espíritus, lo que deriva
en que muchas obras presenten una perceptible impronta dramática.
Los
artistas vivían en pequeñas cabañas cercanas al bosque de Fontainebleau, y
tenían como norma de trabajo, salir todas la mañana con sus telas, sus
caballetes, y sus pinturas y pinceles, a intentar captar, particularmente, el
efecto fugaz que produce la luz natural sobre los elementos de la naturaleza,
en diferentes horas del día y bajo diversas condiciones meteorológicas.
Los artistas de Barbizón no trabajaron ninguna de
las temáticas académicas (históricas, mitológicos, religiosas o alegóricas), su
único tema de inspiración fue siempre el paisaje, y la concepción que éste debe
ser siempre reproducido con absoluta fidelidad, sin idealizaciones, y
trabajando sus obras, mayoritariamente au
plein air, aunque luego fueran
acabadas en sus estudios. Esta forma de trabajo, y fuente de inspiración será
retomada y ampliada hacia la década de 1860 – 1870, por los impresionistas.
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