jueves, 24 de abril de 2014

Algunas obras de Gian Lorenzo Bernini y de Francesco Borromini

Gian Lorenzo Bernini, quien destacó como arquitecto y escultor, fue también pintor, escenógrafo y autor teatral. 
Nació en Nápoles y se trasladó desde muy joven a Roma, donde trabajó siempre muy vinculado al Vaticano. 
Entre 1618 y 1625 trabajó para el cardenal Escipión Borghese para quien realizó varios conjuntos escultóricos entre los que destaca el de Apolo y Dafne. Como arquitecto, el papa Urbano VIII le encargó la restauración de la iglesia de Santa Bibiana de Roma, el Baldaquino de San Pedro, que inició con la colaboración de Borromini, y la portada del Quirinal[1]. Durante el pontificado de Inocencio X (1644-1655) su actividad se redujo, al no contar con el apoyo del papa. De esta época destaca la Fuente de los Cuatro Ríos en la Plaza Navona. Con Alejandro VII su prestigio aumentó realizando la Columnata de San Pedro, que proyectó en 1656-57. En 1665 viajó a París llamado por Luis XIV para que proyectara la ampliación del palacio del Louvre, tarea que luego no se le encomendó, pero que marca el nivel de reconocimiento internacional al que había llegado su obra.



[1] Palacio ubicado en la colina del Quirinal, que hoy es la residencia oficial del presidente de Italia. Su construcción la inició en 1583 el papa Gregorio XIII como residencia vacacional, habiéndosele realizado numerosas ampliaciones a lo largo del siglo XVII.


Baldaquino de San Pedro, Basílica de San Pedro. Vaticano, Roma. Gian Lorenzo Bernini. 1624-1633. 29 metros de altura. Se sitúa en el altar mayor de la basílica, justo donde se halla la tumba del apóstol, obra maestra donde se mezcla la arquitectura con la escultura. Se aleja claramente de las formas renacentistas y manieristas recurriendo al empleo de la columna salomónica, proclamando así el triunfo de la nueva estética barroca, y renuncia al baldaquino tradicional en forma de templo, apelando a una estructura dinámica, transparente e impactante. Realizado completamente en bronce, dorado en parte, sirve de intermediario entre la escala colosal de la basílica y la humana del espectador. Los capiteles son de orden compuesto, con un dado de entablamento sobre ellos, unidos por guardamalletas imitando decoración textil. De los vértices arrancan cuatro volutas convergentes, altas y finas, decoradas con ángeles y coronadas por un pequeño entablamento mixtilíneo rematado con la bola del mundo y la cruz, adjudicándose este diseño a Borromini, que figura en los documentos como ayudante de Bernini. Los fustes están decorados con pámpanos de vid, en alusión a la eucaristía, en los que liban abejas, en referencia al escudo de los Barberini, la familia del papa Urbano VIII.


Plaza de San Pedro. Vaticano, Roma. 1656-1667. Gian Lorenzo Bernini. Vista desde la cúpula de Miguel Ángel.
Más que un pórtico de acceso a la basílica, la ordenación de la plaza resuelve la integración de ésta con la ciudad, la prolonga hacia ella. Bernini estructuró un gran espacio con forma de elipse, cercado por columnatas, que se conecta con la fachada de la basílica a través de otra plaza que se ensancha en forma de trapecio y cuyo piso, por los desniveles del terreno, se eleva ligeramente, tornando a la basílica y su cúpula más imponentes aún.
Todo el espacio está pensado como un teatro en el que se realiza la liturgia al aire libre, en particular en Pascua, cuando el papa imparte su bendición urbi et orbi, a la ciudad y al mundo. Desde su ingreso a la plaza, el espectador es sometido a experimentar una serie de sensaciones que lo tornan partícipe de la obra. El obelisco[1] ubicado en el centro lo obliga a moverse en círculo para poder apreciar la cúpula, percibiendo de esta manera el espacio elíptico en el que se encuentra. Según el punto de vista que adopte, las cuatro filas de columnas que componen la columnata taparán el espacio circundante o, para el caso que queden alineadas, lo tornarán visible. Es decir que las columnas han prescindido de su función sustentante para asumir una misión de cierre, constituyendo la fachada de la plaza, pero en realidad configurando un sistema abierto y transparente.



[1] El obelisco de la Plaza de San Pedro consta de 25,5 metros de altura y fue traído desde Heliopolis por orden de Calígula y colocado en la espina del circo de Nerón. En 1585 el papa Sixto V lo trasladó a la explanada de San Pedro erigiendo en él una cruz como símbolo victorioso de Cristo.

Columnata de la Plaza de San Pedro
Las 284 columnas dóricas, a las que se suman 88 pilares, se rematan con inmensas cornisas que acentúan la concavidad y sostienen las balaustradas de remates y la enorme cantidad de esculturas de santos y mártires, generándose una tensión entre la verticalidad de las columnas y la horizontalidad de la curvatura marcada por cornisas y balaustradas.
La columnata de Bernini estuvo cargada de simbolismo y, según escritos del propio autor, buscó representar los brazos abiertos de la Iglesia triunfante (representada por las estatuas de santos y mártires) abarcando a toda la humanidad (la Iglesia militante). Desde el punto de vista estético revalorizó la cúpula de Miguel Ángel, que había quedado desplazada al fondo, e integró la fachada de Maderna al espacio de acceso, mejorando su efecto visual.

Iglesia San Andrés del Quirinal. Roma. Gian Lorenzo Bernini. 1658-1670.La fachada utiliza pilastras jónicas de orden colosal sosteniendo un frontón triangular, con el pórtico curvado y sobresaliente, elevado sobre columnas exentas, también de orden jónico, en el que se cobija otro frontón triangular. Posee planta centralizada, en forma elíptica, y la entrada está dispuesta en paralelo con el eje mayor del edificio y no con el menor, rompiendo el sentido longitudinal de este tipo de plantas. Frente a la entrada se ubica el altar que tiene un pequeño ábside al fondo, con una pintura ilustrando el martirio de San Andrés. A ambos lados se disponen dos pares de columnas corintias de mármol que sostienen un frontón curvo partido, en el que se ubica una estatua de San Andrés elevándose al cielo. Esta directriz de la visión que impone la entrada en el eje menor, hace que los espacios se dilaten lateralmente, obteniéndose una ilusión de amplitud espacial mayor que la real. Destaca la riqueza de los materiales empleados: mármoles de distintos colores, estucos, dorados. Abundan las esculturas, convirtiéndose la arquitectura en el marco en el que estas se desarrollan. La luz juega un papel central, inundando el interior desde las ventanas situadas en la base de la cúpula. Se busca la emoción y la sorpresa del espectador, con la integración de las diferentes artes.





Francesco Borromini, oriundo de Lombardía, desarrolló una arquitectura mucho más imaginativa y libre, con respecto a los postulados clásicos, que la de Bernini. En Roma se inició en los trabajos arquitectónicos con Carlo Maderna y durante varios años trabajó vinculado a Bernini, pero la relación entre ambos fue conflictiva y siempre se consideraron rivales. Mientras Bernini fue el arquitecto de la Curia y de las grandes familias patricias, Borromini trabajó sobre todo para las órdenes religiosas.

En 1634, Francesco Borromini, diez años después que Bernini, tuvo oportunidad de realizar un proyecto por sí mismo. Se trataba del convento de San Carlo, donde en un solar muy reducido y de irregular disposición, debía realizar un amplio programa de construcciones. Las obras se iniciaron con el claustro, el dormitorio y el refectorio. El claustro destaca por alternar dos tipos de aberturas: arcos de medio punto con estrechas aberturas rectangulares con cornisas horizontales. Al mismo tiempo renuncia a los ángulos del claustro, que encorva de forma convexa hacia el centro. La iglesia del convento fue iniciada en 1638 constituyendo una referencia en la concepción ondulante del espacio, tan típica del Barroco, y a ella nos referiremos en particular en el apartado “Análisis de Obra”.

Entre sus obras mayores destacan, además de la iglesia de San Carlos, la transformación de la basílica de San Juan de Letrán, la construcción de la iglesia de San Ivo de la Sapiencia y los trabajos para la iglesia de Santa Inés en la plaza Navona.


Iglesia San Ivo de la Sapiencia. Roma. Francesco Borromini. 1642-1660. El edificio es de planta central obtenida por la yuxtaposición de dos triángulos equiláteros, lo que genera una forma estrellada de perfil mixtilíneo. La forma está unificada mediante una articulación mural continua y un entablamento que la circunda. De los ángulos se yerguen verticalmente nervaduras que sostienen el anillo de la linterna, en tanto que las otras nervaduras sólo forman amplias cornisas alrededor de la hilera de ventanas de la cúpula. La gran novedad que presenta San Ivo es la continuidad vertical, reproduciendo en la cúpula, sin transformaciones, la forma compleja del nivel inferior. La cúpula pierde así el carácter tradicional de cobertura estática. Exteriormente se remata con una linterna de estructura helicoidal.



A continuación el análisis de una de las obras más importantes de Borromini: la Iglesia de San Carlos de las Cuatro Fuentes

ANÁLISIS DE OBRA: IGLESIA DE SAN CARLOS DE LAS CUATRO FUENTES


Tipo de obra: Arquitectura
Título: San Carlo alle Quattro Fontane. Conocida también como San Carlino debido a sus pequeñas dimensiones.
Autor y Fecha: Francesco Borromini (1599-1667). Entre1638 y1641 se levanta la iglesia. Su fachada empezó a realizarse en 1665 y los trabajos continuaron hasta 1668, al año siguiente de la muerte de Borromini, siendo terminados por su sobrino. Las estatuas no fueron terminadas hasta 1681.
Localización: Roma, Italia. Se ubica en el cruce de las vías Apia y Felice, definido por cuatro fuentes que dan nombre a la Iglesia.
Estilo: Barroco italiano.
Forma: El edificio tiene una planta centralizada, de forma elíptica y con capillas radiales,  cuyo eje mayor está dispuesto en sentido longitudinal. Se estructura a partir de una clara geometrización del espacio: dos triángulos equiláteros unidos por la base configuran una forma romboidal, aunque podría tratarse también de la anamorfosis del círculo. Ambas soluciones muestran la racionalización del lenguaje barroco. El muro es curvo en su interior con elementos cóncavo-convexos. Todo el conjunto se cubre con una cúpula oval.
Planta

Método: Desde el punto de vista constructivo, en lo que refiere a materiales, técnicas constructivas y elementos arquitectónicos, el edificio, al igual que toda la arquitectura del barroco en general, no presenta mayores novedades con respecto al Renacimiento. La diferencia estriba en la contraposición de elementos arquitectónicos, utilizándolos en un marco de franca libertad e individualidad, y el alejamiento de las formas geométricas tradicionales para manejarse más libremente con óvalos y elipsis.
Descripción general: La fachada fue la última obra realizada por Borromini, muchos años después de que terminara la iglesia. Presenta un fuerte dinamismo, logrado a partir de un esquema ondulante de formas cóncavas y convexas, y el fraccionamiento continuo del plano. Se compone de dos pisos de tres calles cada uno. La calle central del primer piso, con la puerta de acceso al templo es convexa, y las dos laterales, cóncavas; en el segundo piso, en cambio, las tres calles son cóncavas. La cornisa marca el movimiento principal del conjunto cóncavo-convexo-cóncavo de la planta baja, y en el nivel superior se dibuja un movimiento cóncavo-cóncavo-cóncavo, sólo roto por el gran medallón oval que preside toda la composición y un pequeño templete elíptico con balconada. Borromini descompone así totalmente la fachada no respetando las fórmulas geométricas en base al cuadrado, rectángulo y círculo,  ni la simetría, normas impuestas por el Renacimiento. Crea una intersección de elementos muy diferenciados entre sí: pequeñas columnas contrastan con otras de orden colosal, nicho y hornacinas con estatuas de la planta baja destacan frente a las hornacinas vacías de la planta alta, el gran medallón oval que rompe la coronación del edificio realizada con una balaustrada contrasta con la cornisa corrida que divide las plantas. Todos estos elementos manifiestan la expresividad ornamental del conjunto, lograda sin el concurso de mármoles de colores, profusión de molduras de estuco ni superficies doradas. Su ornamentación se fundamenta en los elementos arquitectónicos contrastados, en la talla vigorosa de las formas, en los perfiles afilados que logran fuertes contrastes de luz. Toda la fachada está pensada como un objeto y como tal, es decorada. La parte del muro se reduce al mínimo.
Al construirse la iglesia en la confluencia de dos calles muy angostas, el arquitecto moldeó las formas para adaptarse al espacio y fingir una amplitud mayor de la que en realidad tenía. Al mismo tiempo deja un chaflán u ochava en una esquina para albergar una fuente, lo que contribuye a fortalecer el dinamismo espacial.

Vista del interior


El interior dispone los muros también de manera ondulante, creando una sensación de movimiento que involucra al espectador. Grandes columnas agrupadas de cuatro en cuatro, sumadas a numerosos nichos y molduras continuas en los muros, llevan a parecer deformada la cúpula oval que corona este espacio. Ésta se decora con un artesonado de formas geométricas diversas: octogonales, cruciformes y hexagonales, de tamaños decrecientes, que iluminados directamente por la linterna superior contribuyen a crear efectos contrastantes de luz y sombra, al tiempo que proponen la ilusión de una profundidad mayor a la real.
La planta flexible y las formas cóncavas y convexas que se articulan en un muro ondulante, dan como resultado, a los ojos del espectador, un espacio interior dinámico y de mayores dimensiones.

Cúpula




















Significado de la construcción: San Carlo es la primera obra autónoma de Borromini y también la última en la que trabajará el arquitecto. Con esta obra, la arquitectura se convierte en escultura, en total oposición a Bernini para quien la escultura es narración y la arquitectura su escenario. Pero hay una oposición más profunda entre la obra de los dos arquitectos. Frente a Bernini, que estaba más preocupado por manifestar con su arquitectura el poder incontestable del papado, Borromini presenta una arquitectura mucho más adaptada a la espiritualidad personal y reflexiva de la orden religiosa que le hizo el encargo. Con la fachada de San Carlo, Borromini critica directamente el concepto de arquitectura urbana de Bernini, para él la importancia central no recae en la representación de un orden universal en el espacio sino en la representación de la experiencia religiosa a través de la vida cotidiana. La obra de Borromini entronca con una dimensión más personal de la religiosidad y no con el reflejo del poder de la Iglesia.

Detalle de la fachada

2 comentarios:

  1. Buen artículo. Dos grandes genios del barroco. Posiblemente Bernini sea el gran "desconocido", muchos conocen las obras pero no a su autor.
    Felicidades

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