ANÁLISIS DE OBRA
Tipo de obra: Pintura
Título: Ronda de noche.
Cuando se completó el cuadro, no tenía título, más allá de una descripción, de
la que se desprende que se trata de “La compañía del capitán Frans Banning Cocq
y el teniente Wilhem van Ruytenburch”. El nombre actual fue puesto a fines del
siglo XVIII. Para entonces los pigmentos de la capa de barniz se habían
oscurecido tanto que había cierta confusión sobre lo que la escena representaba
realmente. Este hecho, sumado a que en esa época ya no había rondas de día pero
aún se mantenían las nocturnas, explica el título asignado. Luego de su
restauración, en 1947, se entendió que la escena tenía ambientación diurna.
Autor: Rembrandt
Harmenszoon van Rijn (1606-1669)
Fecha: 1642
Localización: Rijksmuseum, Amsterdam
Estilo: Barroco holandés.
Se trata de un retrato corporativo, típico de la tradición pictórica holandesa.
Forma: Pintura sobre
lienzo
Medidas: 3,59 x 4,38
metros (originalmente mayor)
Método: Obra realizada al
óleo mediante pincel
Descripción general: El cuadro
describe el momento en que la compañía de arcabuceros del capitán Frans Banning
Cocq está a punto de iniciar la ronda. La representación captura el instante en
que Banning Cocq le dice a su teniente que de la orden de marchar. Detrás, la
compañía se pone en acción. El sargento gira la cabeza, el portador del
estandarte levanta la insignia, el tambor empieza a tocar, un perro ladra, y el
chico que está a la izquierda empieza a correr. El espectador tiene la
sensación de que ha llegado en el momento justo para presenciar ese tumulto.
Todo en el cuadro es movimiento. Hay un grupo central que está saliendo y hay
otro detrás que lo sigue. Todos realizan algo, configurando un grupo lleno de
vida. Rembrandt creó la ilusión de que el capitán y el teniente están saliendo
del marco, ambos tienen la parte posterior del pie levantada, y la mano de
Banning Cocq así como la lanza de van Ruytenburch, se proyectan hacia delante. La
composición es muy compleja, con algunas líneas que nos llevan a los personajes
principales, y muchas diagonales que pautan un movimiento generalizado. Pero el
corazón de la composición está dado por el trabajo que el artista realiza con
la luz y el color. La luz es relampagueante, destella y se oculta
alternativamente en distintas partes del lienzo, lo que otorga el carácter
dinámico y espontáneo a la escena. También se la utiliza para generar la
perspectiva ya que, con ella, se indican planos. De un perfecto realismo en el
primer plano, las formas se van diluyendo y tornándose vagas en segundos y
terceros planos. El color complementa este efecto relampagueante de la luz,
destacando el rojo de la banda del capitán y el amarillo del traje del
teniente, centelleando en otras gamas rojizas, anaranjadas y marrones que
destacan del fondo generalizadamente oscuro de la obra. La escena ocurre de
día, en un portal en penumbra, alumbrado parcialmente. El uso arbitrario de la
luz es clarísimo en el caso de la niña que aparece en un segundo plano,
desplazándose con un gallo atado a la cintura, irradiando una luz dorada desde
dentro y transformándose en un punto focal.
Detalles del capitán y el
teniente, centro del cuadro, y del arcabucero de rojo y la niña, quienes
constituyen dos figuras claves de la composición, por su contraste, en color y
luz, con el resto de las figuras.
Análisis
sociológico, estilístico y simbólico: La compañía de arcabuceros
representada era una milicia de carácter civil cuyo trabajo consistía en
defender la ciudad de cualquier ataque, y mantener la ley y el orden en las
calles. Pero para la época del cuadro, este trabajo era mayormente ceremonial,
se vestían y desfilaban en sus atuendos de milicia sólo en días festivos, y
solían reunirse para celebrar banquetes. Existía una tradición por parte de las
compañías, de encargar retratos de grupo para colgar en las paredes de sus
lugares de reunión (en este caso el Cuartel de la Guardia Cívica de Ámsterdam).
En este tipo de cuadros se representaba a los milicianos alineados. Como cada
uno de los representados pagaba su retrato de manera individual, el artista
debía integrarlos a todos de manera visible, por lo cual el resultado era muy
formal, estático y poco natural. Rembrandt realiza con este encargo, una
composición que se aleja totalmente de la tradición. Reinterpreta el retrato de
una forma revolucionaria, como si fuera un gran cuadro histórico, o un tema
bíblico o de la mitología clásica, al cargarlo de drama y trascendencia y al
darle unas dimensiones bastante mayores que lo habitual en este tipo de obras.
Introdujo muchos más integrantes que aquellos a los que tenía que retratar,
simplemente para que fueran una multitud y que después esa multitud tomara vida
propia, que la gente actuara y no simplemente posara. Muchos de los hombres que
aparecen en la Ronda de Noche eran prósperos mercaderes y pagaron a Rembrandt
unos 100 florines por aparecer en el cuadro. Es
probable que Frans Banning Cocq y Wilhem van Ruytenbuch pagaran más por sus
posiciones prominentes. Pero al transformar el retrato en “acontecimiento” y a
los personajes en “actores”, no todos quedaron satisfechos. Rembrandt no había
respetado jerarquías y no había dado a todos los milicianos el mismo grado de
ostentación, ya que priorizó las razones plásticas. A esto se sumó la cantidad
de personajes adicionales, entre ellos la enigmática niña, con una presencia
casi sobrenatural. Muchos críticos la han interpretado como un recurso
dinamizador con el que Rembrandt buscó sorprender. El gallo que cuelga de su
cintura ha sido relacionado con las garras, símbolo de la compañía de
arcabuceros, su emblema.
Los milicianos que
encargaron la obra, diseminados en la vorágine espacial, compositiva, lumínica
y gestual, se funden con personajes inidentificables y con personajes anónimos,
son simples piezas de esa maquinaria pictórica que Rembrandt organiza alrededor
del protagonismo del capitán y el teniente.
“La Ronda
fue, sobre todo, la autoafirmación de un artista consciente de que su medio de
expresión no necesitaba sujetarse a ninguna regla establecida y se sentía capaz
de transgredir las codificaciones icónicas de una sociedad mucho más rígida en
sus hábitos de lo que en principio pudiera parecer”.
En 1715 el cuadro
fue trasladado del gran salón del Cuartel de la Guardia Cívica a una estancia
del actual Palacio Real. Por razones de espacio fue recortado de sus cuatro
lados, pero conocemos su forma original a través de dos copias del siglo XVII
(un óleo y una acuarela) que reflejan el lienzo en su totalidad.