David Gerstein es un artista israelí nacido en 1944 y creador de una obra muy original que transita entre la pintura, la escultura y el diseño. En los últimos años ha desarrollado un trabajo, con recortes de acero combinados en múltiples capas pintadas de vivos colores, que podría definirse como “esculturas de pared” (“wall sculptures” en inglés). Con este formato de obra es que conocí a este artista, en una exposición realizada entre octubre y noviembre de 2010 en el Museo Nacional de Brasilia. Pero además de estas esculturas de pared, Gerstein es un creador de obras de gran formato para ubicar en espacios urbanos, así como de obras de tamaños muy pequeños.
Oriundo
de Jerusalén, entre los años 60 y 70 estudió en Escuelas de Arte de Jerusalén,
París, Londres y Nueva York. Participó, desde principios de los 70 hasta la actualidad, en
exposiciones colectivas e individuales en una gran cantidad de museos y
galerías de diferentes partes del mundo. Sus pinturas de los años 70 y 80 se ubicaron a
contracorriente del minimalismo imperante, caracterizándose por una
expresividad cuasi “literaria”. En su
camino hacia la escultura ha conservado de su primera etapa, una mirada cálida,
y divertida del mundo circundante. Del lienzo y la madera y la pintura acrílica,
pasó al metal (acero y aluminio) y a la pintura industrial, lo que le permitió
el uso de colores brillantes y sensuales que celebran la vida y la plenitud. Sus
obras nos presentan un universo de imágenes mundanas, planas y coloridas, que
reivindican los placeres simples de las actividades cotidianas, con un fuerte
efecto lúdico. Hay en sus creaciones un encuentro del Pop Art (que él estudia
en Nueva York), pero sin el sentido crítico que lo caracteriza, y el arte
popular. Toma de ambos la práctica de las copias repetidas de un mismo objeto,
propio de la sociedad de consumo a la que alude el arte pop, así como del
carácter artesanal del arte popular.
Utiliza las imágenes y los signos de la
sociedad posmoderna, que recuerdan a los carteles comerciales y trabaja con
ellos presentándolos en planchas de acero con contornos estrictamente
recortados por rayos láser, logrando así una “tridimensionalidad aplanada”,
presentando al objeto escultórico como una pintura. A Gerstein le interesa, en
lo técnico, explorar la fina línea entre pintura y escultura, y en lo estético,
presentar el objeto seleccionado de una manera poética. Toma las láminas de
acero y replica el objeto en tres capas pintadas de colores brillantes. Esta
estructura geométrica, a la que se suma la sombra que se forma en la pared, es
el vehículo por el que Gerstein busca el efecto poético. Entre la escultura, la
pintura y el diseño, entre la bidimensionalidad y la tridimensionalidad, entre
los objetos de arte y los juguetes, entre los juegos de luz de los huecos y la
sombra que se proyecta en la pared, es que transita el quehacer de Gerstein. Él
define su obra como pinturas que se han expandido en el espacio. Los recortes
de metal están diseñados para romper los límites de la pintura y generar en la
superficie la ilusión de profundidad pero a partir de dividir el espacio en
trozos que se superponen unos sobre otros.
El
color es central en la obra de Gerstein y busca con él agradar al espectador.
Pero no está desprovisto de significado.
Utiliza la belleza como una forma de atraer al público hacia un objeto
que luego le pueda revelar algo sobre sí mismo. Hay una crítica velada sobre
algunas prácticas sociales (la velocidad a la que obliga la vida moderna,
impidiendo que el individuo se despegue de la masa anónima y disfrute de su
entorno, por ejemplo) pero tamizadas por una fina ironía o comicidad y por un
alto grado de decorativismo, a los efectos de captar al espectador.
David
Gerstein, en palabras que acompañan la exposición “Estilo de vida” realizada en
el año 2010 en Brasilia, señala que si bien su obra de los últimos años incluye
obras vinculadas al estilo pop art, también se ocupa de cuestiones más
personales vinculadas a sus recuerdos y experiencias particulares y proporciona
una perspectiva sobre la sociedad en general: problemas urbanos, los mundos del
deporte, además de una fascinación por la naturaleza y la ecología. De hecho,
sus obras con bicicletas, ciclistas, peatones y tráfico vehicular, si bien
aluden al movimiento, siempre presente en su obra, según Gerstein están
cargadas de un comentario velado de corte filosófico, relativo al movimiento
incesante que no tiene ningún objetivo claro, “así es nuestro ciclo de vida,
una carrera sin fin que también se transmite de generación en generación”.
Los
objetos que pueblan las composiciones de Gerstein surgen de la vida cotidiana,
son símbolos de la cultura de consumo típica de las grandes ciudades. El
artista toma esos objetos que conviven con los hombres y los reconstruye a
través de la forma, la línea, el material y el color, y les otorga una vida propia.